Los sueños aferrados a la pala del timón. Por: Gabriela Forero

“Nadie pone a sus hijos en un barco, a no ser que el agua sea más segura que la tierra" Warsan Shire.

En días pasados se viralizó la imagen de tres inmigrantes nigerianos, que lograron llegar a España aferrándose a la pala del timón de una embarcación petrolera. El Buque Alithini II, que llegó a la costa de la Isla de la Gran Canaria trajo consigo las luchas, sueños y anhelos de tres ciudadanos nigerianos que consideraron más seguras las olas del mar, con su corriente y noches oscuras, que su país de orígen. 

Una vez el barco de  183 metros de eslora y 32 metros de ancho atracó en España, los polizones fueron trasladados a un hospital. La travesía de 11 días sentados en la pala del timón, los tenía en estado de deshidratación. Ante la situación, la delegación del gobierno de las Canarias informó que los polizones serían devueltos al barco y al puerto de origen. 

Sin embargo, ante la solicitud de varias ONGs, incluida Ca-minando Fronteras, quienes alegaron: "el hecho de someterse a una travesía de tal riesgo debe ser considerado como un indicio para analizar de manera individualizada las circunstancias personales de los tres migrantes", los migrantes lograron solicitar asilo, solicitud a la que deberían tener respuesta en un plazo corto.

La imagen impactante y desgarradora hace tornar nuestros ojos nuevamente a las crisis de refugiados que aparecen en nuestras vidas solo a través de imágenes, de barcos repletos de gente, un niño ahogado en la playa, una familia llorando a sus muertos. Pero es una realidad constante para otros; según el informe anual de Tendencias Globales de ACNUR, el número de personas desplazadas por las guerras, la violencia, la persecución y las violaciones a los derechos humanos alcanzaba 89,3 millones, y si la cifra no habla por sí sola, esta es 8% más alta que la del año anterior.

Y sin ir tan lejos, sin un océano de por medio, según migración Colombia para febrero de 2022, la cifra de refugiados y migrantes venezolanos ascendía a cerca de 2,5 millones. Y sin un barco petrolero de transporte, igual resulta inconcebible el cruce de la frontera, por días, incluso semanas, para la incertidumbre de la regularización. El caso de los inmigrantes nigerianos, desde su extremo, más allá de hacernos tomar decisiones, debe hacernos reflexionar sobre la dureza de la migración, de los casos desgarradores que se viven antes que hacen que la incertidumbre de la migración sea lo más certero. Olvidamos que más allá de cifras, de papeles o de generalizaciones, hay historias, miedos y sueños. Para el migrante, no deja de haber dificultades: la dificultad de adaptarse, de entender, de crecer sin raíces. 

Y así, para los tres jóvenes nigerianos, queda entonces otro camino con obstáculos y en este caso, no habrá un timón al que aferrarse, incluso cuando no es la mejor opción. En caso de que se denieguen sus solicitudes, pasarán a estar en una situación administrativa irregular y el buque tendrá la responsabilidad de repatriarlos. Esa será la verdadera deriva, que enfrentan millones de inmigrantes. 

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