Petro no es un líder. Por: Juan David Escobar Cubides
Todos los gobiernos del mundo, sin excepción, padecen innumerables problemas: crisis de gobernabilidad, crisis de legitimidad, diferencias internas-externas, tensiones diplomáticas, déficit presupuestario, ineficiencia administrativa, problemas de legalidad, entre otros. Pero ningún gobierno en el mundo había padecido carencia de sentido colectivo, esto es, plena capacidad para trabajar en equipo con sus colaboradores directos. Traemos esto a colación, dado que nunca antes en Colombia a un presidente electo lo habían desatendido tantos ministros de forma simultánea, tal y como lo hicieron en el Gobierno de turno. No fueron uno, ni dos, sino más de cinco. ¡Qué mensaje tan desagradable!
De allí la imperante necesidad de Petro de reemplazar a los funcionarios inicialmente nombrados por una caterva de pelafustanes entrenados para impulsar un prosaico comité de aplausos. Una cosa es asumir la conducta de un líder- que escucha, concerta, delibera, concilia, valora a su equipo de talento humano y goza de una enorme capacidad de diálogo- y otra muy diferente es ser un jefe- autoritario, cerrado, egocéntrico, negativo ante la retroalimentación y abnegado a sus posturas. En efecto, Petro lejos de ser un líder es un simple jefe; pero no cualquier jefe. Es un pésimo jefe; es un sujeto autoritario que se comporta como un perro rabioso no vacunado; es un bribón que remueve sin debida motivación a sus colaboradores. Es, también, un sujeto repulsivo con devaneos delirantes de la realidad cuyo estilo emula la prosa de un borracho.
Vale la pena resaltar aquella historia de un empresario agropecuario que había logrado hitos importantes en su compañía, pero en medio de sus impulsos nocturnos se bebió y se jugó en un casino la empresa. La analogía es perfecta para lo que se vive actualmente en Colombia. La gravedad del asunto es que Colombia- vista como empresa- no es susceptible de ser administrada por un tipo desequilibrado, puesto que está en juego el bienestar de casi 52 millones de ciudadanos. Necesitamos adultos responsables con plena capacidad mental y equilibrio racional para administrar. En consecuencia hay que gobernar-administrar con rigor técnico, base académica, evidencia científica y diálogo estructural. Eso es todo.
Ojo: los países y las ciudades tienen gobernantes a su servicio; empero no son los gobernantes quienes tienen países y ciudades para servirse. En términos simples, los países y las ciudades son dueñas de sus gobernantes en tanto estos prestan su servicio a la sociedad; lo que quiere decir que ello jamás podría considerarse a la inversa.
Sobre el particular es importante precisar lo siguiente: es cierto que los ministros son funcionarios de libre nombramiento y remoción, pero no es menos cierto que dicha potestad constitucional es necesaria desarrollarla cuidadosamente por cuanto está en juego un propósito superior: el interés general de la nación. Petro no entiende qué es eso del interés general, por tanto ignora el valor de abordar con prudencia, moderación y delicadeza el sentido de lo colectivo. ¡Petro es un grosero!
Ahora bien, las cualidades de inspirar, influir y motivar, inherentes de los verdaderos líderes son, inexorablemente, esquivas a Petro. También es cierto que ganó las elecciones, pero no es menos cierto que su incapacidad para conformar equipos eficaces y lograr consensos es delgada; o más bien desnutrida. Eso se vió en su deleznable paso por la Alcaldía de Bogotá y ahora lo observamos en Colombia.
De allí la ineficiencia de su gobierno que estando próximo a cumplir un año no despega, ni le pega a alguna cosa buena. ¿Eso es normal? No es normal. ¿Por qué no es normal? Porque trabajar en equipo ha sido el mejor invento del ser humano y quien no sea capaz de ello es sencillamente un tronco, un paquete chileno, un petardo.
Y esto lo dice este suscrito; que soy un simple mortal, un ciudadano de a pie que trabaja como los demás, solitario y amante de la soledad al que no le gustaba el trabajo en equipo y prefería la individualidad hasta que un día comprobó que aquella no era la forma dado que el valor de lo colectivo es el único que nos permite lograr progreso y buenos resultados. Además, siempre será necesario contar con un círculo de influencia serio conformado por personas idóneas y experimentadas capaces de manifestar- con criterio, argumentos y sin la más mínima vacilación- cuando lo estamos haciendo bien o mal. El valor de lo colectivo implica un ejercicio férreo de humildad. Debemos prepararnos para obrar con humildad. Debería ser imperativo del ser humano hacer de la humildad una filosofía de vida, pues está probado que funciona efectivamente en todas las esferas de la sociedad.
Lo supremamente preocupante de esto es que el país sufrirá un daño irreversible en un lapso de diez o quince años cuando comiencen a verse los resultados de la gestión del Gobierno Petro. A los gobernantes los juzga la historia y la misma será implacable ante su alterada improvisación.
Somos conscientes de que los buenos líderes eligen visiones optimistas de la realidad, pero en la coyuntura actual de Colombia sería una postura fantasiosa hacer lo propio. Es duro; difícil, dadas las formas distantes del decoro y la mesura que asume Petro en su accionar. ¿Cesará la horrible noche?
Adenda: Petro removió a sus ministros previo a que le renunciaran. El señor José Antonio Ocampo manifestó su “voluntad” de continuar en la cartera, pero lo cierto es que él era el próximo a renunciar. Nadie que sea serio seguiría las recomendaciones de un desequilibrado mental. Y así fue.
@JuanDaEscobarC