Milla Romero, justiciera de Herodes el Grande: Por Sebastián Narváez Medina

Herodes enfureció en cuanto yo meditaba y tropecé entre pensamientos propios. A veces reflexiono sobre las banderas políticas que izo con frecuencia y la impopularidad de estas. Ser provida se entiende en la juventud de hoy como el siguiente nivel de feminicidio. Falsarios. Antes de caer producto de mí desazón Milla Romero Soto me sujetó. Entonces entendí que, aunque impopular, estoy del lado correcto de la historia y ella también.

Con motivo de mi reflexión la imaginé como la única e indicada esperanza de una bancada provida en Colombia, que no ha hecho lo suficiente por replicar el estruendo de los corazones azules de la patria. Nosotros, los silenciados, no solamente por quienes no han hecho nada, sino también por sirenas mal llamadas “progresistas” que a una misma voz apoyan la masacre de almas inocentes, estamos revolucionados. La izquierda, como si ya no tuviera suficientes masacres que redimir, planea someter lo que Dios le ha dado al hombre a su oscura voluntad. Y todos callados, menos Milla.

Poco me interesa que me pidan regirme por los datos científicos y antropológicos. Es un atentado contra mi moral no hablarle a esta juventud de Dios, y menos cuando existe un pacto histórico para convertir a América Latina en un Herodes enfurecido. Milla la inspiradora, cortó las cadenas de mi lengua. Si la ciencia lo explica a la perfección, así lo explico yo por naturaleza. La Matanza de los Inocentes ¿se acuerdan? En el Evangelio Cristo-céntrico solo Mateo lo revela; la llamada profecía de Jeremías. Entonces Herodes I el Grande se enfureció porque los antiguos profetas de Oriente le mintieron sobre el nacimiento de Jesús, y en retaliación, ordeno la matanza de todos los bebés que nacieran en Belén. Cualquier parecido con la realidad no es coincidencia, lo explica el comunismo y el falso liberalismo, confundido con libertinaje. Satanismo y Santismo del siglo XXI.

De manera que así vivimos en el ultraje, la multiplicación de los Herodes y pocas Millas que martiricen sus banderas políticas en búsqueda de la verdad. Eso sí, muchos del común con cadenas en la lengua o defendiendo esta postura solo desde la ciencia, por el besugo miedo de la impopularidad. Desde que matar bebes se convirtió en la norma parece que los autodenominados ateos le rinden culto a Herodes, y eso que no son creyentes de nada. De sí mismos. Ni Satanás se atrevió a tanto. Tengamos memoria y sentemos precedente, en Colombia los mismos creadores de la guerra y violencia; guerrillas, el Petrismo y la tibia derecha; ahora impulsan las políticas Herodistas que nos llevan a la perdición.

Hablemos de las libertades individuales, que, entre otras cosas, sigo recriminándole a esta humanidad que piense que son producto de la razón del hombre. Hasta ahora solo Milla me entendió, o yo a ella, de cualquier manera, vamos de la mano camino a la cruz. Amigas feministas, el propósito de que un hijo nazca del vientre de una madre no es matarlo, ni causal para tener el ego de Herodes, en consecuencia, es menester emplear los sentidos de los que el hombre carece; la perfección que Dios le ha dado a la mujer para que procree. Y aún así me cuestiono por qué son tantos los hombres a quienes se les ha impedido defender el nacimiento de un hijo sólo por ser hombres. La única libertad es el derecho a nacer, el resto, como el derecho a abortar, es una invención casi alucinógena de la sociedad. Ni yo, en mis momentos de extravagancia y locura me haría acreedor de tantos derechos inexistentes.

Milla y yo terminamos por gestar más detractores de los que teníamos antes de conocernos, pero todo sea en honor a la verdad, la vida y la salvación de almas por venir. Entonces me levanté del tropiezo mirándola a los ojos y su pupila reflejó las llamas en las que arde Herodes el Grande. Una victoria de muchas por venir para que en Colombia regrese la censura de matar a los inocentes, y la vida esté siempre por encima del ego que alimenta el populismo político. Por lo pronto descansaré por haber encontrado alguien que da la batalla azul, a quien ahora imagino como justiciera de Herodes, provida hasta el destierro.   

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