Metales, hombre y nación: La Casa de la Moneda vuelve a abrir sus puertas. Por: Sofia Arbeláez Hoyos

Cuando se sosegaron las llamas de aquella fogosa tarde del 9 de abril de 1948, la casona colonial en medio de la cuadra de la calle 11 con 93, seguía en pie, impertérrita. Salían hombres con máscaras, como aquellas insignes máscaras de gas de la Gran Guerra. Al lado, los otros dos edificios colindantes arrasados por el fuego. Los envalentonados trabajadores que se encontraban allí cuando se desató la masiva reyerta, cogieron sus máscaras y sus tanques de cloro, y ahuyentaron a la multitud asfixiándolos y haciendo arder sus ojos. Esta arquitectónica superviviente está aún en pie en aquel mismo lugar, es la Casa de la Moneda, y como nos cuenta el friso a través de su escritura en piedra, allí se erige dicha casa desde 1796, tal y como la vemos hoy en día.

Imagen: https://thecitylane.com/museo-casa-de-moneda-la-candelaria/

En el Bogotazo, el director de la Casa, Antonio María Barriga Villalba, ordenó utilizar contra los atacantes el cloro concentrado que se usaba para afinar el oro, resistiendo con sus empleados los efectos del gas al protegerse con las máscaras que se usaban en la sección de afinación. “Luego repelieron un nuevo asalto por los techos y sofocaron las llamas que se propagaron desde el Palacio Arzobispal. Al final, la ingeniosa defensa de la Casa de la Moneda evitó su saqueo y destrucción”[1].


[1] https://www.banrepcultural.org/bogota/casa-de-moneda/bienvenidos/historia

En ese mismo espacio se acuñaron las primeras monedas de oro de América en 1622. La estructura como la apreciamos actualmente viene de la ampliación realizada por el virrey José Solís Folch de Cardona en 1756. Hoy en día es uno de los museos del Banco de la República, contiene la Colección Numismática del Banco y cuenta parte de la historia económica y de la producción de billetes en Colombia. El mes pasado fue re-inaugurada luego de una remodelación museográfica y curatorial que duró aproximadamente 2 años, en conmemoración de los 100 años del Banco de la República. Historia del dinero, numismática, economía… palabras rebuscadas, se nos vienen números a la cabeza, parecería uno de los museos más tediosos e insulsos que podría haber. Pero solo parece…

Imagen: Paula Jaramillo.https://laud.udistrital.edu.co/cultura/el-museo-casa-de-moneda-reabrio-sus-puertas

El museo logra unir esta parte de la historia económica del país con profundas reflexiones sobre la ambición, la naturaleza humana, nuestras sociedades prehispánicas, coloniales y, sobre todo, logra una conexión constante con el aquí y el ahora. Los aficionados de la numismática podrán encontrar sus innumerables monedas, billetes, de todos los tamaños y colores. Pero aquel visitante que por alguna sinrazón de la fortuna llegue allí, también terminará reflexionando sobre la utilidad, la escasez, la belleza, y el deseo de posesión. Y saldrá conociendo una que otra de las innumerables anécdotas, sagaces, tristes y hermosas de nuestra historia paradójica.

El recorrido empieza haciéndole una pregunta al visitante: ¿A qué le damos valor? E intentando responder este interrogante encamina al espectador hacia un itinerario cronológico empezando por los objetos de intercambio antes de la llegada de los europeos, pasando luego al nacimiento de la Casa de la Moneda y las primeras acuñaciones en la Colonia, dividiendo las salas entre los Habsburgo y los Borbones. Cerrado este periodo sigue una sala enteramente dedicada a la Independencia, y otra consagrada al S. XIX. Finalmente, todo el segundo piso de la Casa está dispuesto para contarnos los vericuetos del reciente S. XX.

A lo largo de dicho trayecto se van soltando preguntas un tanto trascendentales para el turista que llegó allí intentando matar el tiempo. ¿Cuál es el valor de la salvación? Buscando hablar sobre el precio que en la Colonia tenían las indulgencias, las misas y el perdón de los pecados. ¿Cuál es el valor de la identidad? Planteando el debate sobre qué personajes y símbolos deben figurar en las monedas y billetes, convirtiéndose estos en uno de los principales vehículos de construcción de nación. Cuántos de nosotros sabemos el porqué de cada elemento que hoy decoran nuestras monedas y billetes. Y aunque lo supiéramos, no sé qué tanta relación sentiríamos hacia ellos. ¿Será gratuito que el primer billete de 2.000 tuviera como protagonista a Simón Bolívar, y que justo el personaje que lo reemplazó en la siguiente acuñación de ese mismo billete fuese Santander? Parece más un guiño histórico que una lógica identitaria.

En cada punto del recorrido aparecerán pequeños relatos que son grandes destellos de lo que sea que es nuestro “ser nacional”, y descripciones novelescas de nuestra historia sin par. En la primera sala, por ejemplo, está la increíble y sin embargo tan común fábula del Tesoro del Mesuno. En esta Colombia del Dorado, de patasolas y hadas, de guacas y sepulcros, los 3 hermanos Guzmán, pescadores vecinos de Honda, por azares del destino, descubren en los años 30 un tesoro que contenía 1600 macuquinas de oro (monedas artesanales martilladas, las primeras acuñadas en América). La noticia del botín voló con el viento, y la gente corrió a intentar obtener algo, esta nueva fiebre del oro también dejó sus muertos y náufragos. Lo que se ve hoy en el museo son las 500 monedas que logró comprar el Banco de la República en 1936.

Moneda macuquina de oro de 2 escudos, Siglo XVII. Imagen: https://www.banrepcultural.org/bogota/casa-de-moneda/bienvenidos/historia

En los días siguientes al hallazgo del tesoro, los hermanos Guzmán se dedicaron a gastar su oro en la casa de citas de Tulia Manzanares y en la taberna del barrio, de forma tal que seguro Dios se sonrojó de ira y pudor. El chisme cuenta que todos terminaron arruinados, dos desaparecieron en Medellín, pues como dicen por ahí “de eso tan bueno no dan tanto”; solo Domingo Guzmán vuelve a Honda, tan pobre que se dedica a robar gallinas hasta que, la primera semana de febrero de 1937 en el festejo de Santa Lucía, se suicida en la plaza central inmolándose con un taco de dinamita a los 19 años.

Pero no todo es derroche con tintes de oscuro romanticismo, hay un sinfín de otros relatos-espejo de belleza literaria, como aquella del soldado artista de la Guerra de los mil días, Peregrino Rivera Arce, guerrillero de las tropas liberales de Rafael Uribe Uribe. En medio de la guerra elaboró los “Peralonsos”, billetes ordenados por el general liberal para financiar su causa. Una hermosa mezcla de recursividad y propaganda política, pues fueron hechos en hojas de cuaderno cuyas líneas son evidentes a través de los sencillos grabados. También como resultado de la escasez mezclada con el ingenio que traen las guerras, en aquel mismo momento salieron a circular monedas hechas con casquillos de balas, llamados cascajos. Por otro lado, la constante emisión de billetes y monedas para pagar las tropas durante esta guerra llevó a la mayor tasa de inflación en la historia de Colombia, pero pagamos con balas, tenemos soldados artistas, y billetes en papel cuaderno.

Imagen: https://colecciones.banrepcultural.org/document/5-pesos/63a069145d96b8790f33d3b8?q=peralonso&pos=1&pgn=0

También entremezclado con los reales, los escudos y los pesos, hay arte. Las monedas y billetes, como parte de la historia gráfica e identitaria de nuestro país, también estuvieron influenciadas por las diferentes corrientes artísticas que por aquí cruzaron. Por ejemplo, el romanticismo y el neoclasicismo- el mayor romántico hispanoamericano, Jorge Isaac, estuvo inmortalizado en nuestro antiguo billete de 50.000, diseñado por el artista caleño Oscar Muñoz, al lado de la Hacienda el Paraíso, una representación de María y el nostálgico samán.

Imágenes: https://www.banrep.gov.co/es/billetes-monedas/billete-50000-pesos

Y cuando vuelve la guerra vuelve la astucia y las trágicamente grandes historias. En la Segunda Guerra Mundial cuando en 1943 Colombia rompe relaciones con el Eje, se genera una escasez de níquel, importado de Alemania; metal con el que se acuñaban las monedas de menor valor. Llegó a tal punto la situación, que el valor real de dichas monedas - el valor del metal- superó su valor nominal y, naturalmente, la gente empezó a acaparar estas monedas para fundirlas y venderlas a un mayor valor.  Es por esto que hoy tenemos billetes de baja denominación para reemplazar aquellas monedas en las transacciones cotidianas. En ese momento la solución fueron los “Lleritas”, literalmente billetes cortados a la mitad, a los que se les ponía un sello que decía: “Banco de la República, Provisional, Medio Peso” en el anverso y “Medio Peso” en el reverso. Hoy en día si se busca en internet, este billete vale alrededor de 400 mil pesos en el mundo de los coleccionistas.

Imagen: https://colecciones.banrepcultural.org/document/1-2-peso/63a069145d96b8790f33ce20?q=medio%20peso&coleccin%5B0%5D=Numism%C3%A1tica&pos=2&pgn=0

Y siguiendo con los cuentos que no son cuento, están las monedas y billetes de los lazaretos. Aún en el siglo pasado se creía que la lepra era sumamente contagiosa, entonces, los que contraían dicha enfermedad eran excluidos en lazaretos, verdaderas ciudades (hoy, municipios), donde quedaban casi completamente aisladas del mundo. Para mantener dicha marginación se acuñaron monedas y billetes especiales que solo circulaban en aquellos lugares y se diferenciaban por tener la cruz de malta. Circularon hasta 1928.

También se pueden ver las diferentes monedas que durante la Independencia se acuñaron de forma frenética para financiar la guerra. En tan solo 7 años, desde 1812, hasta 1819 -cuando se gana la batalla de Boyacá-, se re-acuñaron 3 veces las monedas; pero incluso hasta 1822, hasta cuando Sucre se toma Pasto, su ceca siguió acuñando monedas realistas.

Igualmente se podrá ver en la sala dedicada a la Independencia, el primer billete de papel, que fue completamente rechazado por la población, tanto así que en 1815 se ordena su desaparición. Y siguiendo con el debate del símbolo y la identidad también allí están las chinas, monedas acuñadas en Cundinamarca luego de nuestro primer y fallido intento de Independencia. Las chinas contienen en una de sus caras una representación de la libertad muy usual en aquel momento, encarnado en una mujer indígena que mira indiferente hacia el lado contrario al que miraban los reyes en las monedas realistas. La mujer y la libertad fueron un símbolo primordial en la cultura visual patriótica.  Unos años después, Santander acuñó otra moneda, contemporánea a las chinas, su sello era el gorro frigio. Qué espectacular imagen de nuestra paradójica “identidad”.

Imagen: Pedro José de Figueroa, (Santafé ca. 1770-1836) Bolívar con la América India. 1819. Óleo sobre tela. 125 x 97 cm. Colección Quinta de Bolívar

En dicha sala se plantea otra cuestión: el valor de la libertad, para tratar el tema de la deuda externa de nuestro país, que tan fiel, nos acompaña desde entonces. Se había logrado una pequeña victoria inicial, sacar a los peninsulares. Ahora faltaba todo por hacer, crear una nación, y le pusimos precio a esa libertad. Para obtener los recursos necesarios para erigir la república y mantener la independencia, los nuevos dirigentes criollos pidieron diversos préstamos a diferentes Estados extranjeros, muchos de estos bonos están allí, sobre el fondo negro de las vitrinas iluminadas, 10.000 pesos, 50.000 pesos, seguramente ellos tenían claro el precio de la libertad.

Y como lo he repetido a lo largo de este escrito, hay también por ahí disgregadas entre placas, sellos y metales, serias consideraciones sobre nuestro comportamiento milenario como hombres. Fraudes aquí y acullá, aislados traspiés individuales o reflejo de algún tipo de naturaleza humana, no lo sé. Lo cierto es que desde los indígenas mesoamericanos que vaciaban las semillas del fruto de cacao, rellenándolo con pasta de barro para simular su peso y estafar a quien lo recibía, hasta el rey Carlos III de España que dio orden secreta de fundir las macuquinas y aprovechar el fino metal para acuñar nuevas monedas que pesaban menos, pero que mantuvieron su valor nominal, ingeniaron creativas formas de timar a uno o a una multitud, para tener más, bien fuera para saciar las ansias comunes de posesión de cualquier hombre de a pie, o para invertir en un imperio.

Del cacao y la sal, a las burdas macuquinas, de un primer papel sin valor, a tarjetas plastificadas que lo valen todo, un número en una infinita nube digital, y el pago mediante huella digital y ondas de radio. Seguramente muchos lo tienen claro, pero creo que el tanto pensar y avanzar en el medio de pago, para muchos otros, ha significado no pensar por qué están pagando. Por eso creo que esta nueva apuesta curatorial de la Casa de la moneda, que tiene como eje la pregunta por el valor es verdaderamente fascinante. 

“Los metales nobles como el oro y plata tienden a mancharse por la iluminación y las condiciones ambientales”[1], para evitar su deterioro fue necesario intervenir los espacios de exposición para lograr ajustar la iluminación a los lúmenes y capacidad lumínica de las monedas. Por esto, el museo tiene ahora unas salas oscuras, de misterio, pero de luz, que con cuidada estética logran poner los reflectores sobre sus pequeños, frágiles pero eternos protagonistas, el papel y la moneda. Los invito a esta visita claroscura, pues si algo tiene valor, es el tiempo, y en un paseo por allí quedará bien invertido.


[1] https://www.banrepcultural.org/noticias/la-museografia-del-museo-casa-de-moneda-otro-elemento-narrativo-de-la-exposicion

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