Catorce ceros después: Por Miguel Velarde

Miguel Velarde

La hiperinflación de Venezuela se encamina a ser una de las más largas en la historia del mundo.

Es tan inédito lo que ocurre en Venezuela que es casi contradictorio analizar los efectos de una reconversión monetaria de una moneda que prácticamente ya no existe. Sin embargo, eso es justamente lo que nos vemos obligados a hacer, luego de que la semana pasada el régimen anunciara nuevas medidas para intentar contrarrestar las graves consecuencias de la hiperinflación y la devaluación que atraviesa el país.

Esta es la tercera vez que se toma una medida similar desde el año 2007, cuando al bolívar original se le quitaron tres ceros. En 2018, se pasó del bolívar “fuerte” al bolívar “soberano”, y se le quitaron otros cinco ceros a la moneda. La semana pasada, ahora presentado como el bolívar “digital”, se le quitaron otros seis ceros. En total, 14 ceros.

A pesar de los desesperados intentos por parte del chavismo, aunque el bolívar oficialmente sigue siendo la moneda legal, ya no es la principal referencia para la sociedad venezolana, debido a su rápida pérdida de valor y la casi nula confianza que genera. 

Es por eso por lo que en el país se ha dado una especie de “dolarización” de facto, ya que casi todos los productos y también los servicios se valúan en esa moneda. Peor aún, aunque el término no es técnicamente correcto, también se empieza a ver una “inflación en dólares”, lo cual vuelve a perjudicar a los venezolanos, porque mientras ellos perciben una ganancia estable por su trabajo, se ha vuelto normal descubrir que un mismo producto sube su valor de una semana a otra, incluso en la moneda estadounidense.

Más dramática aún es la situación de un importante número de trabajadores que aún percibe su salario en bolívares. Son todavía muchos los que sobreviven con un salario mínimo de 10 millones de bolívares, unos tres dólares al mes. 

Pero no es solamente la moneda la que está destruida en Venezuela. En término económicos, si se hace un análisis transversal de las diversas variables que la componen, no queda nada en pie. 

En los últimos años se ha acabado con los sectores industrial y productivo, se ha perseguido a la empresa privada, y tampoco existe seguridad jurídica, por lo que nadie consideraría hoy invertir en Venezuela. 

Se ha hecho añicos incluso el sector más importante en la economía venezolana desde hace décadas: el petrolero. Todo esto ha llevado a la pulverización de la variable más importante en la ecuación para una economía saludable: la confianza. 

Es tan grande la destrucción que para muchos, sobre todo fuera del país, es imposible comprenderla en su total magnitud. Lo peor es que, como lo hemos podido comprobar en el último tiempo, este tipo de crisis no tiene fondo. 

No es casualidad que Venezuela atraviese desde hace años una de las hiperinflaciones más altas del mundo, que ahora también se encamina a ser una de las más largas en la historia. 

Esa es la realidad de un país que hace no mucho era uno de los más prósperos y estables de la región, y hoy, 14 ceros después (00000000000000) vive el peor momento de su historia. 

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