Bogotá: Inseguridad para todos. Por: Jairo Zapata

Como un eslogan de campaña política presento mi regreso a la escritura en esta casa editorial. Es tan abrumadora la sensación de peligro en la Atenas de Suramérica que ya la situación desbordada de inseguridad es desesperante. El delito siempre ha existido, no pretendo desconocer nuestra historia patria, pero lo que se ve hoy en día en las calles de Bogotá es el reflejo del innegable abandono de la administración distrital.

La alcaldía planteó una estrategia inocente de seguridad durante todos estos años de gobierno. Claudia denota mucho temple en la oratoria, pero su gestión se quedó muy corta, no me extraña ver tantas caras largas y una ciudad tan polarizada, pues muchos creyeron en una política distinta y a la mayoría les fallaron. Hoy, nos enfrentamos no solo a esa falta de capacidad distrital, sino también a su consecuencia: el descontrol.

Rondan cada vez más videos en las redes sociales como evidencia de mi testimonio, en ellos se pueden ver sujetos de dudosa procedencia encañonando a cuantas personas se les atraviesan, pero de las autoridades no se sabe nada. Se pensaría que con tanta relevancia mediática llegaría un cambio, pero parece que solo cambia la puesta en escena, mismos actores, distinto escenario.

El caso del estudiante que mataron en Salitre por hurtarle el celular, el hurto a vehículos en la carrera séptima a la altura de las calles 116 y 98 a plena luz del día, el hurto violento en la carrera quince con calle 120; todos estos son pocos casos de la cantidad alarmante de ataques violentos a la ciudadanía capitalina. Los casos anteriores son reconocidos por los sectores en donde sucedieron, la gran mayoría de delitos no cuentan con tal reconocimiento, incluso siendo casos más delicados.

De la séptima a la Boyacá y de la 200 a la 26, no se salva un rincón de esta Bogotá flagelada por la zozobra, pero Claudia está bien, probándose en TikTok y celebrando también, porque si algo le salvó el semestre fue la garra de Santa Fe y la locura de Millonarios. Que alguien por favor le cuente del infierno que estamos viviendo, que su ciudad se cae a pedazos, que sin bici-usuarios no sirve el corredor verde, que los ciudadanos están atemorizados.

Y es que, ¿cómo no estarlo? Por mi parte solo pienso en sobrevivir los caminos, como si supiera que a la vuelta me espera el destino con una sorpresa desagradable, con un inevitable beso a la muerte, porque si hay una constante en la vida de los bogotanos es la presencia cotidiana de nuestra amiga la muerte, solo que lamentablemente siempre se presenta de la forma más perturbadora, de la mano de balas y puñales.

Esta es una ciudad de la furia desbordada, una Bogotá extremadamente fría e inmisericorde, con más defectos que virtudes, con su historia manchada y con su presente en el borde de la desgracia. Ciudadanos con delirios de Batman apuñalados por un celular, disparados por la inseguridad, dejándonos a merced de una Bogotá insegura para todos.

No me sorprende el que diga que esta historia no es nueva, que el ojo de Petro no se enfoca en Bogotá y que ese es el génesis del desborde de inseguridad. Piense lo que quiera, pero sepa que esa mancha no se quita. La solución está cerca, a meses, a semanas, llegó la hora de volver a decir: no más. Que paren con la inseguridad ya, que si no nos tomamos con seriedad los comicios de la capital puede que ya no haya marcha atrás, porque este es el momento de cambiar la cara, me cansé de recibir el puño y poner la otra mejilla, tenemos que hacer algo ya por Bogotá.

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