Un ministro de gaveta. Por: Sebastián Narváez Medina

En la gaveta debe ir todo pasado que no fue prospero, para no repetir en un futuro de incertidumbre. Como aquel ministro que repite en el gobierno del ‘cambio’, el gobierno de ‘Aureliano’. José Antonio Ocampo, cuota política de Ernesto Samper y Cesar Gaviria, será ahora el verdugo tributario de los colombianos. Un nuevo ministro de Hacienda procedente de la misma aristocracia criticada por quienes ahora ostentarán el poder, demostrando así que el ‘cambio’ solo fue una excusa populista para enternecer las emociones de votantes palurdos.

En el año 1990 Ernesto Samper fue designado por Cesar Gaviria como ministro de Desarrollo Económico, en curso de la era conquistada como la ‘apertura económica de Colombia’. La misma que nos dejó en un brete energético y con una de las quiebras más grandes de productores nacionales. Para aquel entonces era Ocampo quien fungía como mano derecha de Samper, pavimentando el camino para la crisis venidera. Años más tarde Ocampo asumía en la cartera de Agricultura del gobierno de César Gaviria, periodo caracterizado por el continuismo de la guerra, y la falta de inversión en infraestructura tecnológica que permitiera el desarrollo del campo.

Hasta aquí, podríamos decir, una cuota política de los liberales más enraizados en el poder nepotista de la política colombiana. Una necesidad imperante para las aspiraciones de gobierno de Gustavo Petro, un tecnócrata formado y camuflado en el primer mundo, precursor de leyes estadistas e inflacionarias que prolongan el desahucio financiero en la mesa de los colombianos. No está de más rememorar que aquella casta marrullera que incendió el país por la reforma tributaria del gobierno Duque, es la que hoy advierte con cinismo descarado una reforma tributaria tres veces más costosa.

En el cuatrienio de 1994 a 1998 Ernesto Samper Pizano se subió al poder con el patrocinio del proceso 8.000 y los dineros calientes de la exportación de cocaína cartelera. Durante este periodo Samper propuso como política económica lo que denominó ‘el salto social’, comprendido entonces como una manera de ‘humanizar’ el periodo de auge económico del país. Parece no existir una gran diferencia entre ‘humanizar’ y ‘democratizar’, solo un cambio de engendro con las mismas ideas abominables. La determinación financiera de estas ideas sería siempre la misma, que el Estado pretenda abarcar en su máximo esplendor todo dinero mal o bien habido, para entonces utilizarlo en su favor desangrando a quienes lo generan. Entre gastar y robar póngale como quiera.

En el gobierno de ‘el salto social’ también estaba el ‘cambio’, la cara de José Antonio Ocampo. En aquel entonces el próximo ministro de la era Petro se desempeñaba como director de Planeación Nacional; entidad encargada de dictar la política para el desarrollo económico de Colombia. Este cambio tiene apellido de continuismo. Analicemos los números para que de una buena vez le demos peso a este columnista ajeno al sentir social de la época. Los datos recopilados en aquel entonces corresponden a los años 1995, 1996, 1997 y 1998, periodos en los que Ocampo y sus decisiones incidieron en la macroeconomía del país:

  • La inflación anual osciló entre el 18,5% y el 20,9%, casi el doble de lo que sería la inflación del gobierno Duque para ponerlo en términos contemporáneos. Si el dinero hoy no nos alcanza, en aquel entonces era un imposible pensar que servía para algo, y ese es el cambio que nos metieron, un ministro de gaveta.
  • El crecimiento anual del PIB general solo fue negativo, cada vez parecíamos ser menos productivos. Nada parecido con la realidad de un gobierno de apertura económica. Estando en el 5,2% en 1995 terminó en el 0,6% para el año 1998, y solo presentó una leve tendencia al alza de 1,3% en 1997 cuando ya se encontraba el 2,1%. Cifras de un ministro para el olvido.
  • El desempleo. Tantos jóvenes que buscaban en Gustavo Petro salir del estancamiento del desempleo. Cuando inició la gestión de Ocampo se recibió un país con el 8,7% de desempleo, el cual Ocampo entregó años más tarde con el 15,0% de desempleo. Mientras los ministerios sigan siendo cuotas políticas y mermelada la historia se seguirá repitiendo.
  • Cada vez teníamos más deuda y menos dinero para pagarla. Ese fue el déficit fiscal en la gestión de Ocampo que al compararlo con el PIB de la época nos deja atónitos. Arrancó en 1995 con el 2,3% de déficit y terminó en 4,7% llegando a 1998. Un ministro Ivy League, la eminencia y promesa de cambio.

En el gobierno Samper, como seguro será el de Gustavo Petro, también se democratizaron los recursos de los colombianos con el aval de José Antonio Ocampo. Programas sociales como el SISBEN, la Red de Solidaridad Social y hasta nuevos ministerios fueron sustentados del bolsillo de los colombianos. Muchas de estas iniciativas sin duda favorecieron a los más necesitados, pero no son sostenibles cuando se quiere generar riqueza y prosperidad. Entre otras cosas que la deuda histórica no nos deje con la deuda económica. Mas vale promover la educación financiera en las clases más bajas, convertirlas a pulso en clases medias y apalancarse en las clases altas, que derrochar los recursos que no se tienen para financiar el populismo caudillista de estafa.

A los votantes palurdos. Se dejaron conmover por los títulos de Yale que tanto resienten, la imagen inmarcesible de una negra de bolsillos llenos y valores rotos, y el tirano demagogo que repite la historia de un cambio delirante. Tan conmovidos pero ignorantes sin entender que nos siguen gobernando los mismos: Santos, Gaviria, Samper, Ocampo y ahora con Petro la cereza del pastel, las FARC. Lo que viene será una pasarela de ministros, políticos y asesores para el olvido, resucitados por la mermelada y la certeza de los dineros pagos a sus despachos. No todos, pero la mayoría como él, José Antonio Ocampo, un ministro de gaveta para nunca repetir la historia.

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