Sin ser sociedades.

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Son múltiples los autores que se han interesado en tratar el concepto de sociedad y de cómo funciona esta, y a pesar de encontrarse con posturas bastante variadas, todas coinciden al concebir que una sociedad no acepta la división de ideologías ni la escasa cooperación, pues estos aspectos han causado en incontables ocasiones que el mundo no se encuentre listo para recibir y enfrentar a ciertas personas o acontecimientos a lo largo de la historia.

"Estoy muriendo por encima de mis posibilidades", estas se cree que fueron las últimas palabras del célebre escritor Irlandés Oscar Wilde, quien sufrió apartado del mundo sus últimos días hasta fallecer en la gloriosa París, lugar donde todos creeríamos que el amor despierta aún más las ganas de vivir. Wilde, con una orientación homosexual y una vida dirigida por la filosofía hedonista, fue una víctima más de una época que no estaba preparada para él, debido a que sus pasos caminaron entre sociedades inglesas del siglo XIX que no sólo veían la homosexualidad como una enfermedad, sino que también la tildaban como un crimen entre los bárbaros.

Y es que es poca la tolerancia que podría esperarse del Lord de 1800 ante estos temas, si aún, pese a que el mundo no ha detenido su paso bien marcado, continúan habiendo  sociedades sin títulos que se espantan al ver a su predilecta marca de ropa representada por una mujer transexual de color. Esto sin contar que invita a las mujeres a expulsar de sus mentes aquellas medidas perfectas muy bien inculcadas.

Siguiendo en la misma línea, observando así con claridad cómo la condición homosexual de Wilde hizo a un lado la admiración de las personas por su incomparable estilo de dramaturgia y por su esteticismo poético, así todos alguna vez hemos sido subvalorados por sociedades con ideologías escuetas, con principios de doble filo y de moral empolvada. Por tal, a sabiendas de que la literatura surge de nuestras manos y que los personajes construidos con ellas no se alejan mucho de las realidades, recurro a Florence Green, un personaje de novela un tanto oportuno para este texto. Green, es el centro de La librería, historia escrita por la autora también inglesa Penelope Fitzgerald ¿Qué tan grande sería el escándalo que nacería a partir de una viuda de 1959 que decide cumplir su sueño de montar su propia librería en un pequeño pueblo donde todos se conocen con todos? Es ese, a grandes rasgos, el andar de la historia, con Florence Green siendo el foco de las miradas furtivas de muchos habitantes del pueblo, y contando solo con el apoyo de un anciano devorador de libros. Ciertamente, estas miradas no estaban listas para presenciar a una mujer con esa voluntad e iniciativa.

Nos nos vayamos muy lejos, que no es menester retroceder tantos años ni ir hasta zona inglesa para saber de tales situaciones, pues en el presente de nuestra colombianeidad cuántos negocios y emprendimientos no detuvieron su progreso a causa de intereses sociales e individuales, que no lo permitieron por parecerles inapropiado o por considerarlos una futura competencia.

Es así como las sociedades pasadas y actuales impiden el desenlace de cosas buenas al mantenerse divididas y sin ceder, siendo precisamente este perdurable comportamiento el que nos convierte en otros individuos, que cuando algo nos toma fuera de base nos hace recurrir a la intolerancia y a la desaprobación. No miento ni descarrilo el rumbo del texto al asegurar que es este el mismo fenómeno, que hoy durante la pandemia, mantiene a unos colombianos en las calles por necesidad de vivir y a otros tantos por la simple necesidad de rebeldía y atención a sus sociedades internas.

Por: Ramiro Alfredo Oquendo Páez

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