Reflexiones y sentido común.Por: Pedro José Villa López

Estimados lectores, de antemano me disculpo, pues con ocasión de las fervientes elecciones, me extenderé más de lo habitual el día de hoy. Espero que la siguiente lectura sea de su agrado, les cuestione y cuando llegue día les impulse a votar, pues de casi 38 millones de personas habilitadas para esto, sólo 17 participaron en las pasadas consultas y votaciones al congreso de la república.

Este año se llevará a cabo la elección presidencial de la República de Colombia, país con un poco más de 200 años de historia patria y algo así como ciento diecisiete jefes de estado. El próximo en llegar a la Casa de Nariño ostentará el número dieciocho. Nuestros últimos 30 años han corrido bajo el manto protector de la constitución del 91, pasó Gaviria, pasó Samper, pasó Pastrana. Luego vino Uribe, llegó Santos y continuó Duque.

Desafortunadamente, desde la misma patriótica independencia, hemos carecido de un verdadero nacionalismo y los pocos momentos de unidad nacional, han surgido como respuesta la guerra, a los grupos armados, al narcotráfico y a la mismísima desgracia o el orgullo de uno o algunos líderes que, por ímpetu o consciencia social, deciden luchar por el hermoso cafetal que llamamos Colombia. Esa ha sido la política colombiana, claro está, usted puede estar o no de acuerdo, pero no somos un país tajantemente uniforme, eso cualquier persona lo sabe, lo predica y lo puede comprobar hablando de las elecciones, o de alguno de los apellidos mencionados en el párrafo anterior.

Converse sobre elecciones en su casa, tal vez no difieran mucho en opinión, quien sabe. Ahora tenga la misma conversación, sobre los candidatos en su trabajo, en su universidad y encontrará que, por el mero hecho de tratarse de una extracción social distinta, y no me malentienda, pero usted y sus compañeros, encontrarán amplias diferencias, ojalá no dificultades, pero sí diferencias. ¿En razón de que? De la diferencia. En la tan distinta idea que tenemos al momento de definir la construcción de patria. Es posible asegurar que tenemos un sexto “sentido” emocional, el cual nos dictamina la obligación de elegir con el corazón en la mano y la cabeza en el cielo, olvidamos muchas cosas, por desconocimiento, desinterés o simple necesidad social y/o interés personal. Sonará extraño, incómodo, pero es cierto. Y llamarlo “sexto sentido emocional” es elocuente pero incoherente si lo enfrentamos al sentido común. ¿Aún existe?

En este momento, lo invito a que, a partir de ese mismo sentido, se permita estar de acuerdo o en desacuerdo con la siguiente reflexión. Durante el último semestre de mi carrera, he tenido la fortuna de recibir clase de una de las personas más instruidas en materia societaria en Colombia. Para quienes no saben a qué hago referencia cuando digo materia societaria, esto es sencillamente el arte de constituir empresa, desde el nombre de la empresa, lo que puede y no puede hacer la empresa, sus socios, su capital, entre otros asuntos en los que no entraremos.

Nuestro experimentado profesor, nos explicó entre otras cosas, algunos problemas de agencia que existen en las sociedades modernas. Tras haber comentado las lecturas de la clase, iniciamos una conversación sobre las dificultades que puede tener una persona, como usted o yo, al contratar a cualquier profesional o sociedad para que desarrolle una función o tarea. Por ejemplo, la venta de una casa. Primero, usted los contrata para vender su casa, ya que usted trabaja y no conoce el mercado inmobiliario, no sabe cómo negociar y no tiene tiempo. Luego está el encargado de la agencia, quien venderá su casa en el mercado inmobiliario, cobrará una tarifa fija (mensual) y una comisión por la venta de la casa.

¿Cuánto pagaría usted para incentivar a este agente a vender su casa a un precio óptimo sin que por pereza o la venta de otras casas más costosas o más fáciles de vender, venda su casa por un precio regular? ¿Cómo garantizar la venta de manera rápida y a un elevado y no excesivo precio? ¿cómo vigilará el debido cumplimiento de la tarea en su máxima eficiencia? Esta serie de preguntas las planteaba nuestro profesor, al tiempo que nos dice: en la vida diaria podemos encontrar este problema, pero este también es un problema común a las empresas o sociedades, es más común de lo que cualquiera se imaginaría.

Piense en este problema, en todas las relaciones que existen entre usted y el tercero que realiza cualquier labor por usted, ¿nunca se ha preguntado eso? Si no, aún está a tiempo. Pero ahora, considere lo siguiente: en Colombia, todas las personas ahorran a través de un mecanismo de pensión que tiene como propósito sustentar nuestra vejez. Resulta que este dinero que, entre otros sitios, va a las AFPs (Administradora de Fondos de Pensiones y Garantías), se guarda allí con la promesa de entregarnos con el tiempo unos rendimientos que pueden estar cerca del 8% anual. Por esto, dichas AFPs no cobran más (en total) del 3% sobre el aporte que se realiza.

Resulta que para que el dinero, genere un rendimiento, es realmente imposible conseguirlo sin un mínimo riesgo. Mientras más bajo el riesgo más baja la ganancia y lo mismo si es alto el riesgo la ganancia también lo es. Más allá de la especulación, existen en el mundo unas compañías conocidas como Fondos de Capital Privado. Dichas compañías, complejas y altamente sofisticadas, dominan el arte de insertar una cantidad de ese dinero, en empresas del sector real como Kokoriko, el Corral, Bodytech, el Éxito, y otras empresas nacionales para impulsarlas. Esta inyección de capital se realiza en cierta medida (no en un 100%), con los ahorros pensionales que están en esas AFPs. En este momento, es importante tener en cuenta que, como Fondos de Capital Privado, pactan condiciones estrictas con dichas compañías, asegurando rendimientos, para posteriormente ganar una comisión por esta gestión capitalista (en el mejor sentido), y entregarle a las AFPs el dinero con las utilidades que le prometieron a usted, a mí y a los vecinos cuando nos pensionemos.

Todos en menor medida, recibimos utilidades y rendimientos sobre nuestras pensiones, tras impulsar la economía del país, con parte del dinero que ahorramos. Y es sencillamente impresionante como todo está tan cuidadosamente conectado. Ahora bien, ¿qué otro impacto tiene que la empresa reciba este dinero? (junto con otros dineros, aquí no se quiere decir que únicamente se financien con dinero de las AFPs, también piden créditos en los bancos, también hay inversionistas privados nacionales y extranjeros, etc.). Pero el impacto es sencillo y complejo al tiempo: más empleo, más formalidad, más impuestos que pagan las personas empleadas y que paga la empresa, que pagan sus accionistas, ¿no es eso positivo para una economía y un país? La más sencilla conclusión y aquí cito a mi profesor es: dentro de un país, todos lo que ahorran para una pensión son en cierta medida el accionista minoritario.

Ojo, esto no es negativo, es simplemente una realidad análoga a la existencia de empresas en los países. No pasa sólo en la tierra platanera, pasa en muchos otros países. Y es uno de los engranajes que cuidadosamente impulsa a la empresa privada (que paga impuestos y genera empleo) y permite el ahorro de millones personas garantizando una utilidad. Ahora bien, existen como en muchos países, problemas referentes al ahorro de las pensiones, el número de personas, la edad, etc. ¿Considera usted que las personas que decidieron ahorrar bajo el mecanismo que se acaba de explicar, se les debe quitar ese ahorro para entregárselo a otros? ¿Entregaría usted sus ahorros a todas las personas necesitadas del país? Creo que no.

¿Será que el sentido común del colombiano irá solo hasta su emoción o interés personal lo lleve? ¿Qué estaríamos dispuestos a hacer sólo por obtener lo que queremos? ¿Qué le indica su sentido común?

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