¡Que le caiga el guante!. Por: Julio César Mancera Acosta

Julio Cesar Mancera

A LOS TRAIDORES.

¡Que le caiga el guante a quien deba caerle!... Hoy, ¡que le caiga el guante, a los traidores!

Caín, Judas o simplemente traidores, son los apelativos de grueso calibre, que reciben todos los individuos que de una u otra forma, son desleales y desagradecidos, con aquellos que han confiado su tranquilidad, sus secretos, su liderazgo o su amor, a quien les da un golpe inesperado, que incluso puede llevar a la tumba o a la muerte en vida, a quien es traicionado.

La música popular Mejicana, que, desde hace décadas, ha sido escrita por autores tan prolijos como José Alfredo Jiménez, Tomás Méndez o Juan Gabriel, ha llamado a la traición, “la puñalada trapera” … y no porque nos arrastren por el suelo, como un trapero, sino porque son heridas hechas de repente y por la espalda.

Traidores, a lo largo de la historia ha habido, de todas las formas, tamaños y colores. Quizás el traidor más destacado, desde el punto de vista ético, moral, religioso y por supuesto, histórico, es Judas Iscariote; ese que traicionó al hijo de Dios, ese al que Jesús le dijo: “¿con un beso, entregas al Hijo del hombre?”  Y con un beso, por un puñado de monedas, por una causa, claramente equivocada y obviamente por la búsqueda de un resultado distinto al conseguido, el tesorero de los apóstoles, se convirtió en el traidor por antonomasia.

Muchos han dado el beso traidor, entre ellos Brutus, quien ayudó a asesinar a Julio César, el gran gobernante de la Roma post imperial y quien lo había acogido, como a un hijo y había sido su mentor, hasta llevarlo a la dignidad del Senado… Algo así como a quienes después de aterrorizar, secuestrar y asesinar al pueblo, violando sus niños y riéndose de las víctimas, son llevados al Congreso y luego le dan una patada traidora a los propios seguidores del proceso, que los llevó al poder. Ahí, como diría Shakespeare, tendríamos que decirles: “¿tú también, Brutus, hijo mío?” … ¡Aunque serían tan cínicos, que nos dirían que los “brutus”, fuimos otros!

Y así ha habido muchos, como la Reina Isabel II de España, conocida con el poco digno apelativo de la “reina ninfómana” … ¡hágame el favor!

Mientras era esposa de Francisco Asís de Borbón, esta creaturita, conoció a todos los miembros… de la Corte. Sí, así tal cual. Incluso, si no hubiese sido reina, hubiera podido ser la mejor uróloga del reino, sin importarle el sagrado vínculo del matrimonio y dejando, no sólo como un cornudo, a su real consorte, sino como un gran traicionado de la Europa del siglo XIX.

En todos los ámbitos podemos mencionar infieles, desleales, desagradecidos, ultra hedonistas y traidores de todos los perfiles. En el arte, por ejemplo, podemos hablar de tres recordados sucesos. Selena, Luis Fernando Ardila, Freddie Mercury y la famosísima banda Queen.

Mercury, buscando “encontrarse a sí mismo” (sinceramente quería ser el único protagonista) e inspirado por su pareja, traicionó a Queen y grabó sólo, casi al final de su carrera, un par de álbumes, lo que a la larga le salió un poco mal. Luego, su pareja, el mismo que lo envenenó contra su banda, que era como su familia, lo traicionó y trapeó el piso con su imagen… ¡Ahí trapear, si se refiere a trapero!

Selena Quintanilla, la cantante México-Americana, le dio toda su confianza, cariño y trabajo a la mujer, que luego la asesinó, por un amor no correspondido. Y Luis Fernando Ardila, un reconocido actor colombiano, fue acribillado por dos sicarios, contratados por el hombre que él tanto amó; un vividor sin sentimientos, que por un paupérrimo seguro, acabó con la vida de quien le había dado de comer y quien le había entregado todo su ser. ¡Un tipejo que le pone precio a quien lo ama, no es más que un traidor y desleal asesino!

Miserables como estos, tenemos también en los organismos de seguridad, como los espías que venden a su país, entrando en la contrainteligencia, sin el más mínimo asomo de escrúpulos o los miles, si no millones de hombres y mujeres, que han mal gobernado en el mundo. Para la muestra, varios botones:

Adolf Hitler y Benito Mussolini, que primero traicionaron a sus partidos y luego le dieron una bofetada en el rostro, a millones de seres inocentes que murieron, gracias a su ambición por el poder, su extraña forma de entender la realidad y su sed por el horror de la sangre, dejando sumidos en la pobreza, la angustia y la vergüenza a sus naciones, que antes los vitoreaban, como verdaderos mesías.

A ellos, como a muchos otros desleales, también los traicionaron, pero a veces duele que el pago por la traición, pareciera ser desproporcionadamente ínfimo, al lado del dolor que pueden causar.

En Colombia, esa parranda de miserables que por años gobernaron el departamento de la Guajira, corrompiendo el ejercicio de lo público y alguno de ellos, hasta ordenando homicidios a expensas de su pequeño poder, es sólo comparable con el expresidente, que luego de traicionar a su mentor y jefe político, le entregó a dedo curules en el Senado a determinadores de crímenes de lesa humanidad, algunos acusados de violaciones a niños, amén de un necesario, pero muy mal ejecutado proceso de paz, en el que las víctimas y el pueblo salieron burlados, después de que el Constituyente primario, votara en contra de los acuerdos de la Habana, en un plebiscito, que fue más que un ejercicio democrático, un circo del despilfarro económico y en la más grande muestra de impunidad, orquestada desde el gobierno de Juan Manuel Santos. Un gobierno aupado por “padres de la Patria” que parecieran ayudar a fugar narcoterroristas, mientras algunos incautos del propio pueblo burlado, aplauden como focas.

Esos políticos corruptos, son tan culpables de la pobreza y la inequidad, como lo son algunos empresarios, quienes traicionando a sus trabajadores, muchos de los cuales han entregado su vida, su salud y hasta su cariño, despidiéndolos sin contemplación, luego de haberlos explotado, muchas veces en condiciones laborales muy cuestionables. Debemos defender la empresa privada y a los generadores de empleo, pero no a los bandidos que olvidan que la generación de riqueza empezó primero de la mano de obra que ayudó a construir sus emporios o sus pequeños negocios.

Un traidor puede acabar con el cuerpo, con la vida física de su víctima; puede acabar con el espíritu, con el alma, con la luz de aquellos que los admiran, que quizás los ayudaron o incluso que los han amado y aunque eso no tiene justificación, debemos aprender dos lecciones de su proceder, que se adapta perfectamente a la fábula del escorpión y la tortuga.

Así pues, estaban una tortuga y un escorpión, a la orilla del río, queriendo ambos, cruzar hasta la otra orilla. El escorpión, entonces, pidió a la tortuga que lo pasara en su lomo. Ella, muy noble quería hacerlo, pero le dijo: “me da miedo, porque si te ayudo, me vas a picar y voy a morir.” El le insistió, diciendo: “sólo necesito cruzar el río y si me meto al agua sin ayuda, me voy a ahogar. Ayúdame.” Ella replicó: “y si te ayudo y me picas, soy yo la que moriría.” El escorpión pidió, por última vez: “¡llévame sobre tu lomo y te prometo que no te pico!”  Al final y tras la insistencia, la noble tortuga accedió y lo llevó sobre su lomo, para cruzar el río. Cuando ya estaban llegando a la otra orilla, ella sintió un pinchazo. Muy triste volvió su mirada al escorpión y mientras moría, le dijo: “¿Por qué lo hiciste?”  El, aunque avergonzado, replicó: “¡lo siento, esa es mi naturaleza!”.

Sí, la primera lección, es que la naturaleza de algunos, es traicionar, pero reivindiquemos a la tortuga, con la segunda lección. Muchos criticarían a la tortuga, porque seguro ella sabía que la iban a picar, a traicionar, entonces, ¿para qué lo ayudaba?

Pues déjenme defender a la tortuga, a los que somos tortugas, porque si bien, sabemos que nos pueden hacer daño, también es nuestra naturaleza ser nobles, ser serviciales y creer en los proyectos de pareja, de grupo, de nación, sin querer interponer el egoísmo al bien colectivo.

Ser nobles y hacer el bien, es uno de esos atributos que Dios y la vida, nos dan a todos y es nuestra opción decidir, si escogemos la traición o la lealtad.

Así que, ¡que le caiga el guante a los traidores, mientras otros deciden ser nobles, como la tortuga!

3 Comentarios de: “¡Que le caiga el guante!. Por: Julio César Mancera Acosta

  1. Excelente los articulos el que le caiga el guante.
    Desde la epoca de los romanos ha exitido la traicion por eso el munfo esta como esta ya la gente no cree en nadien
    Feliz tarde

  2. En las altas esferas de los gobiernos mundiales se habla de alta traición y se condena como delito, excepto claro en Colombia donde los criminales andan fugados en la tranquilidad y aún son descarados

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