Nuestro rol: Por Miguel Velarde

Miguel Velarde

El poder siempre será pasajero.

La democracia, las instituciones y la libertad son las principales víctimas de una época en la que el populismo y el socialismo están arrasando con el futuro de muchas de nuestras naciones. Ahora, otro año termina y la situación no muestra ningún síntoma que nos permita pensar que ésta vaya a cambiar pronto.


Por supuesto los ejemplos más evidentes en la región son Cuba, Venezuela y Nicaragua. Pero no podemos ignorar el hecho de que el bloque de aliados de izquierda es amplio y está más alineado de lo que muchos creen.

Además de estos tres países mencionados, evidentes dictaduras que no permiten elecciones libres y persiguen a opositores y disidentes, también existen otros gobiernos que se abrazan a este proyecto debido a sus propios intereses y sus mezquinos cálculos políticos.


Todos están organizados en el Grupo de Puebla, donde México juega un rol fundamental, al igual que Argentina, y donde otros gobiernos también hacen coro, como Bolivia y Perú. Todos ellos tienen la esperanza de que luego de las elecciones del domingo y la holgada victoria de Gabriel Boric, Chile sea parte de esta alianza de izquierda y, el próximo año, Brasil y Colombia también caigan en sus redes.


No es un escenario que permita ser optimistas a corto plazo en la región. Pero no por la postura de quienes hoy ostentan el poder en estos países. El poder siempre será pasajero.


Lo que de verdad preocupa es perder la batalla cultural contra los antivalores que el socialismo promueve y defiende. Esos que aplauden la “viveza” de unos cuantos, justifican la vagancia de otros y, sobre todo, profundizan uno de los peores males del latinoamericano: el cortoplacismo.


Quienes creemos que el trabajo, el esfuerzo, la honradez y la libertad son los principios sobre los cuales cualquier nación debe construirse, tenemos el enorme reto de defenderlos, explicarlos y divulgarlos.


Hoy el problema no es la existencia de un grupo político dispuesto a arrasar con la democracia, las instituciones y las libertades en nuestros países; el verdadero problema es que exista un importante sector de la población que esté dispuesto a acompañarlo.


Más allá del trío de países donde se ha perdido hasta el más mínimo residuo de democracia, también es una realidad que en otros donde sí existe la oportunidad de que la gente elija su destino, muchos se equivocan.

No podemos ignorar esta realidad y menos aún cuando la gente se da cuenta de su error demasiado tarde. Solo basta con preguntar a los venezolanos que alguna vez votaron por el chavismo y que hoy padecen la miseria y el hambre que ese modelo ha generado, ¿qué harían si pudieran retroceder el tiempo?


A pocos días de comenzar un nuevo año, otro más de lucha y compromiso con la libertad y la democracia de nuestros países, es momento de dejar de concentrarnos en lo que hacen los del frente, y comenzar a pensar en qué podemos hacer mejor nosotros.


Muchas veces los adversarios se benefician de nuestros errores. La única manera de alcanzar la libertad y recuperar la democracia en todo el continente será hacer mejor la tarea. Para eso, debemos enfocar todos los esfuerzos en lo más importante: nuestro rol.

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