Non plus ultra: Por Pablo Rosselli-Cock

Pablo Rosselli

Motu proprio y no a motu propio como suele decirse de manera incorrecta, decidí escribir acerca del empleo de palabras, frases y oraciones latinas en el castellano. Se les conoce con desdén como latinajos y se emplean no solo en el español, sino también en el inglés, el portugués y el italiano, entre otros. Las voces latinas han entrado en desuso por la inmediatez y la brevedad telegráfica de las comunicaciones escritas que, tristemente, se asemejan a la redacción y la sintaxis tarzanesca: “Tú Jane, yo Tarzán, tú Chita”.

In memoriam, mi padre, que se preciaba de hacer un buen uso de la lengua de Cervantes, usaba términos latinos con solvencia y recuerdo que, cuando quería dar una orden, bastaba con una mirada suya directa a los ojos para que se ejecutara ipso facto. Así mismo, los curas benedictinos responsables de mi formación escolar tenían el lema ora et labora, del que me quedó más lo segundo que lo primero; mea culpa.

Las expresiones latinas deben escribirse en letra cursiva o entre comillas, y grosso modo (no a grosso modo, como la mayoría de las personas lo dicen), aún se emplean con frecuencia en el lenguaje jurídico, la filosofía, la religión y la medicina con palabras como vademecum, honoris causa, summa cumme laude, verbigracia, in vitro, ad honorem, per se, coitus interruptus, rigor mortis y la lección hipocrática que todos los médicos hemos de seguir, primun non nocere. Sin embargo, no solo las personas con educación superior las usan; quien no ha visto la frase Non plus ultra en la parte posterior de los buses de transporte público es porque no ha viajado por Colombia. Dice la leyenda que el término fue utilizado por Hércules cuando miraba hacia lontananza en el estrecho de Gibraltar en su búsqueda del fin del mundo y quiso decir: “no hay nada más allá”.

Y aunque parezca un exabrupto, los latinajos también pueden ilustrar nuestra folclórica realidad política ahora que estamos ad-portas de las elecciones. Un candidato con un ego mesiánico y un discurso de grandes palabras y pequeñas ideas, recientemente visitó al Papa en el Vaticano, una típica artimaña de su modus operandi para ganar votos. Al tiempo, otro grupo, exprofeso publicó comprometedoras fotografías en las que su rival en la carrera por la presidencia

fue pillado infraganti y ad libitum en asuntos que se resuelven en el implacable tribunal de la vida marital. Solo hasta mayo veremos quién puede pronunciar las palabras de Julio Cesar ante el senado para declarar su victoria militar: Veni vidi vici.

En síntesis, el quid del empleo de latinajos, como los condimentos en la cocina, radica en usarlos in situ y en la cantidad adecuada con el fin de resaltar las palabras, dar contundencia y embellecer un texto, más que para demostrar erudición.

Mi expresión favorita en latín es la que describe ese estado ideal de relajación, cuando se tiene unas copas encima y aún no se ha entrado en la fase de exaltación de la amistad, la que muchos llaman “a medio palo”, y dice: “Dum non sobrius, tamen non ebrius”.

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