Ni un sí ni un no. Por: Isabela Uribe Giraldo

En la diversidad se nutre el liderazgo. Un gran líder fija un objetivo en conjunto, integrando los distintos puntos de vista que aportan al interés general. Un líder ejemplar antepone el bien común y el de su equipo sobre sus intereses particulares. Un líder centrado no es llevado a su parecer ni calla las opiniones que difieren con las propias, sino que las escucha y valora. Un verdadero líder es empático y respetuoso. Un líder direcciona y motiva a su equipo precisamente a cumplir esa meta determinada en conjunto. Un líder genuino conforma su equipo con personas que sabe que precisamente no piensan idénticamente a él, pero que fortalecerán la dinámica de grupo porque centran al líder cuando tal vez está perdiendo de vista ese objetivo fijado desde un inicio.

A veces se nos olvida que gobernar un país es liderarlo, que quien está en la cabeza de un gobierno debe ser un verdadero líder social y positivo; que la finalidad de la política es el bien común y el interés general, no el poder, pues este es solo un medio. Qué tan fácil se nos olvida que todo líder necesita un equipo de trabajo diverso, que esté dispuesto a levantar la voz y proponer algo distinto cuando vea que las cosas no están yendo en la dirección correcta. Un verdadero líder no integra un equipo con “borregos” que no le cuestionan cuando es necesario, sino que solo asientan la cabeza cada vez que él habla. 

En las pasadas semanas han ocurrido sucesos que dan cuenta que quien está “liderando” nuestro país no pareciera gustarle las opiniones disidentes de quienes trabajan con él, porque no le apoyan los proyectos que en el fondo tienen riesgos de ser perjudiciales para el país en general. Abre muchos interrogantes el cambio repentino de gabinete en el marco del debate del proyecto de ley de reforma a la salud. Esto no solo crea una inestabilidad e inseguridad en la perspectiva de los colombianos, sino también hace que nos preguntemos si aquellos que salieron tal vez no estaban tomando la actitud esperada del Presidente, quien no quiere ni un sí ni un no de aquellos que lo ayudan a gobernar sino que solo le sigan la corriente a todo lo que él propone. 

Así fue la sorpresiva, o no tan sorpresiva, salida del ex ministro Ocampo a quien varias veces le tocó salir a desmentir o aclarar pronunciamientos del Presidente. Si bien este no ha revelado todos los detalles acerca de su salida, sí admitió que hubo varios episodios que fragmentaron la confianza que le tenía. Preocupante pensar que esa “desconfianza” se debía a que las aclaraciones de Ocampo no le dejaban fácil el camino al mandatario para sacar adelante los cambios que quería.

Otro alarmante acontecimiento ha sido su declaración hacia el fiscal General, que desató una serie de polémicas al manifestar que él es el jefe de Barbosa al ser el jefe de Estado. Una vez más, qué tan fácil se nos olvida que ser presidente de un país significa liderarlo y en equipo, no tener al mando una manada de subordinados. No es necesario ahondar en la separación de poderes, que claramente al presidente se le pasó por completo al hacer tal declaración, para darnos cuenta que no estamos siendo gobernados por un líder de verdad. Y está muy bien que aún existan personas en el poder, como el fiscal General y las altas Cortes, que sigan haciendo su trabajo al defender lo que es correcto, así eso implique diferir con el propio presidente.

Lo preocupante será cuando ya no queden esas personas en ninguna de las tres ramas del poder público; cuando solo queden dóciles que no le concedan ni un sí ni un no al mandatario, incluso cuando esté mal lo que proponga o esté direccionando al país por la vía incorrecta. En lo entre tanto, no dejemos de hacer bulla desde la opinión pública ni dejemos de cuestionar aquellos cambios que no favorecen al bien común, sino que son producto de una sed de poder. 

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