Menos niños y más perros: Por Pablo Rosselli

Pablo Rosselli

En España, en Estados Unidos y en otros países, el número de mascotas (perros, gatos, aves, hámsteres, peces) supera ampliamente al de los niños. Algo similar está sucediendo en Colombia en donde aumenta la cantidad de mascotas, que es de más de seis millones, y coincide con la reducción en el tamaño de las familias. Mientras que en el 2005 en nuestro país el promedio de personas por hogar era de 3,9, en el 2019 fue de 3,1. Estas cifras, que a primera vista parecen demostrar un eficiente control demográfico, tendrán repercusiones sociales y económicas con la inversión de la pirámide poblacional.

Tradicionalmente los niños y las mascotas hacían parte de las familias; hoy, la tendencia, especialmente en los “millenials”, es a reemplazar a los hijos o a la pareja misma por un animal doméstico. Esto puede obedecer a múltiples factores: el primero, el financiero. Criar y educar a un perro es menos oneroso que a un niño, y acarrea menos responsabilidades. El segundo, que las nuevas generaciones son conscientes de la sobrepoblación y el deterioro del medio ambiente y el mundo, para ellos, es un lugar hostil para vivir en donde los niños no son bienvenidos. El tercero, a mi modo de ver el más significativo, es el de la soledad del hombre moderno y la decepción con los de su misma especie. Además, los jóvenes acostumbrados al inmediatismo no están dispuestos a sacrificarse en aras de relaciones con otros que implican conflicto y frustración.

Es una escena común en nuestros parques públicos ver muchos perros jugando en medio de un grupo reducido de niños. En las calles de las grandes ciudades los camiones de transporte de canes, algunos con música clásica a bordo, van más llenos que los escasos buses escolares. Las costosas guarderías caninas pasan informes periódicos del comportamiento de sus matriculados y permiten que sus dueños vean en vivo y en directo las actividades cotidianas. Los almacenes y clínicas veterinarias no dan abasto con la demanda y superan al número de jardines infantiles. Las fiestas caninas con lista de invitados, decoración y sorpresas al igual que los seguros de salud y funerarios para mascotas están en su apogeo.

Qué bueno que en lo corrido del siglo el trato a los animales ha mejorado y sus derechos se han reivindicado. Sin embargo, una cosa es cuidar y amar a una mascota y otra, muy diferente, tratarla como a un hijo. Así como no es sano “perratear” a los niños, tampoco lo es humanizar a las mascotas. Lo ve uno al escuchar nombres de perros como Simón, Oscar o Emilio. Para fortuna de todos, la Registraduría Nacional podrá abstenerse de registrar infantes con nombres indignantes y peyorativos a gusto de sus padres. Gracias a la objeción de conciencia establecida en la constitución política y la intervención de la Defensoría del Menor se evitarán nombres de perros para los infantes como Kaiser González, Sultán Jaramillo o Rufo Sinesterra. Ya verán que en un futuro próximo ver niños será exótico.

Dr. Pablo Rosselli
Ortopedista infantil Fundación Cardioinfantil
Fundación Santa Fe de Bogotá

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