La vuelta del Hijo Pródigo: Por Rafael Torres Camargo

Rafael Torres Camargo

La parábola del hijo pródigo es una de las historias más conocidas de la Biblia. Narra la historia de un joven que le pide al padre su herencia para gastar en fiestas y excesos. Toda esta vida lo lleva a un camino complicado donde termina trabajando alimentando a unos cerdos (un trabajo bastante humillante para un niño judío privilegiado). El joven, reconociendo que había tocado fondo, decide volver a casa y pedirle trabajo como sirviente a su padre. El padre lo recibe con una fiesta y le dice a sus sirvientes que sacrifiquen  el ganado más gordo para celebrar la vuelta la vuelta de su hijo. El hermano mayor al enterarse del gran recibimiento que le brindan a su hermano, se le queja al padre diciéndole que él ha sido un ejemplo de conducta quedando fiel a su lado todos estos años.

A simple vista la historia no hace mucho sentido y parece injusta con el hermano que fue fiel al padre. Sin embargo, es una historia que  enseña a los creyentes la gracia y cómo sin importar las circunstancias, uno siempre va a ser recibido con cariño en la que metafóricamente se explica en la historia como la casa de Dios. Además es una crítica a la arrogancia de quienes creen que solo por el hecho de hacer las cosas bien, automáticamente merecen que se les dé todo, representado metafóricamente por el hermano del hijo pródigo.

La semana pasada nos enteramos de la vuelta de James Rodríguez a la Selección Colombia. Ese crack que en los últimos años se le ha visto más en yates con modelos mientras fuma vaporizador que en una cancha de fútbol. Para lo que un niño judío privilegiado representa, tener la  humillación de tener que alimentar a unos cerdos es lo que debe representar para un futbolista de élite jugar en una liga casi amateur como la de Catar. Da la impresión que James en los últimos años tuvo como prioridad  ganar contratos millonarios para poder vivir una vida de lujo que competir en el más alto nivel del fútbol mundial. Muchas personas del ambiente del fútbol, en una conducta casi idéntica a la del hermano del hijo pródigo, se quejan de su convocatoria alegando que hay compatriotas que han hecho mucho mejor las cosas y merecen estar en la selección mucho más que James.

Ojalá el jueves Reinaldo Rueda tenga la misma gracia que tuvo el padre del hijo pródigo. Lo reciba con la titularidad y con la diez para enfrentar a Brasil. Por más de que estos últimos años estuvo con la cabeza en otro sitio, nadie nos hizo tan felices jugando para la selección que James en el 2014. Hace mucho que la selección tiene un déficit de fútbol y no hay mejor jugador para darle creatividad a un equipo que James. Por más que parezca imposible, hay que perdonarle la humillación que sufrimos en Quito en ese momento de pleno encierro y pleno pico pandemia. Perdonarle como cumplía el sueño de muchos de nosotros cuando se ponía la diez del Real Madrid y jugaba con CR7 para después de terminar jugando en Catar y quitarnos ese orgullo de tener a uno de nosotros con la diez del equipo más importante del mundo.

El jueves la selección va a salir al Arena Corinthians en busca de una hazaña. Brasil nunca ha perdido en eliminatorias de local, y en esta eliminatoria parece casi invencible. Hace un mes nos perdonaron la vida varias veces en Barranquilla, y la selección todavía no convence a nadie. Sin embargo , la vuelta de nuestro hijo prodigo nos invita a creer. Ojalá vuelva con esa actitud con la que por allá en 2011 fue figura en la altura de La Paz o con la que bailaba a todos nuestros rivales en Barranquilla. Cuando James sonreía, el rival siempre la pasaba mal. Ojalá se ponga la diez y vuelva a sonreír ya que ver a la selección jugando mundiales es una costumbre que nadie quiere perder.

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