La ruta de Sejyawiku

En la música como en la vida misma me considero un ser en evolución.

El próximo 25 de agosto, el artista Tiago Solarte lanza “Una Ruta”, un proyecto musical particular, con identidad propia y raíces profundas, a través de todas las plataformas musicales. Su primer EP contiene tres canciones -Asimree, Under the moon y Agradezco-, que cuentan con la mezcla electrónica y la voz de la guitarra clásica.

Nacido entre el Pacífico y los valles de caña, Tiago Solarte es un músico emergente que comienza su carrera en tomas de ayahuasca. La medicina de las plantas puso una guitarra en sus manos y después de eso, ya nada se la pudo quitar. ‘Se siente bien bailarse a uno mismo’, dice Tiago, presentando su nuevo proyecto musical.  Es una mezcla entre ese pasado en el que tomaba su guitarra para armonizar experiencias de sanación y los beats electrónicos en los que ahora se ha ido sumergiendo.

En su búsqueda espiritual, después del nacimiento de su hijo, Tiago encontró un mamo de la Sierra a quien le pidió su nombre artístico en una ceremonia. Fue nombrado, Sejyawiku o guardián de la sexualidad sagrada. Tiago lo asumió con la seriedad que implica y no encuentra barreras entre su propia vida y su proyecto musical, que lleva su mismo nombre. Más bien los fusiona, pues considera que el arte de crear es una gestación que da a luz una gama de sonidos y matices conectados a este propósito.

Según Tiago, “Una Ruta” es su manera de dejar algo tangible como artista al mundo y éstas canciones son un acto de integrar y ofrecer, así sea un granito de arena de lo que nos dan en la escuela, nuestros padres, familia y sociedad. Es como pasar esa información por un filtro y abrazar lo que resuene con nuestros corazones”. En otras palabras, es unir un proceso personal que conjuga la música medicina con la que comenzó su carrera, y la música electrónica que ofrece al público un rato tranquilo y chiliado.

Aunque lo digital y los códigos pre-establecidos tienen mucho que ver en su proceso de la creación no deja atrás tocar instrumentos y permitir que hablen por él. ‘Hay que intentar siempre que la inteligencia natural prevalezca sobre la inteligencia artificial’, admite, reconociendo su postura y algo de nostalgia en su voz al comentar sobre este mundo ‘de ahora’ y cómo se ha volcado a la tecnología.

‘Me doy el permiso de no enmarcar mi música en ningún género’, dice Tiago. Sin embargo, podría hacer una lista de estilos similares como el downtempo; triphop; house, orgánica, experimental, folktronic, electrónica. ‘Crear y hacer música es una necesidad equivalente a respirar’, agrega mientras se quita las gafas, dejando ver el aguamarina de sus ojos mezclados con el canela de su piel.

Tiago es un hombre solitario y hace ya 7 años se retiró de la ciudad para vivir entre las montañas que separan el continente con el pacífico. Lleva una vida tranquila con su familia. Para él ha sido un proceso de recordar que en esta vida tenemos dos oídos y sólo una boca: hacer música para él ha sido aprender a escuchar: primero a la naturaleza. Para emitir un sonido orgánico, que no se confunda con lo estridente pero que tampoco se escude en la timidez y el temor, ha sido su reto danzar a través de la escucha activa de sí mismo. Escucharse para gestar con fuerza y pureza una creación musical que vibra desde su propia voz, desde su propia historia. Su música es una combinación de experiencias gestadas entre montañas, soledad, sus instrumentos, un computador, la familia y la necesidad de sazonarles gozo y alegría, siempre tan necesarios para la vida.

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