El edificio Agustín Nieto Caballero. Por: Sofía Arbeláez

“Iban pasando frente a las placas de mármol del edificio Agustín Nieto y Mallarino se estaba fijando en un tipo de largo pelo blanco que copiaba las leyendas” (Las reputaciones, Vásquez, 2013, p. 129).

No sé cuántos Mallarinos haya entre nosotros. Cuántos de los agitados o despistados caminantes de la Carrera Séptima, eje vial y vital de Bogotá, se detienen ante el edificio que hoy reemplaza el Agustín Nieto Caballero.

Quizás tales referencias arquitectónicas, los espacios históricos, estén abocados a ser solamente un recurso literario y parte del mundo de personajes como Mallarino, ficcionales y más bien melancólicos. Quizás no. Tal vez, hay regados aún hoy por Bogotá cicatrices urbanas, llagas espaciales, andenes con huellas, edificios con signos, que nos hablan y nos recuerdan que vivimos en una ciudad de mil amores, centenares de anécdotas, cuyas vías han sido la alfombra roja de incontables triunfos, pero también el corredor fúnebre de un sinfín de tragedias. Yo prefiero pensar esto último. Por eso, de nuevo hago un viaje a través de las palabras para contar un retazo de historia urbana, en esta ocasión del edificio Agustín Nieto Caballero, un retazo de historia que pisamos habitualmente al transitar la agobiante Carrera Séptima, y que pasamos sin caer en cuenta que paseamos sobre una de esas cicatrices de nuestra ciudad.

Fondo fotográfico Hernán Díaz, Archivo de Bogotá, Secretaría General.

En la esquina de la Avenida Jiménez con séptima, estrujadas en un pequeño muro al lado de un Juan Valdez, hay doce placas que pasan desapercibidas por el color del hollín y se confunden con los letreros de “Se arrienda local” a su alrededor.  Estas placas no son nada más -y nada menos- que lo que Tripadvisor llama Jorge Eliecer Gaitán Monument, y cuyo primer comentario muy dicientemente describe como un “lugar que maneja bajo perfil”. Pues allí, hoy representadas por estas tristes, hacinadas y sentimentales placas, quedaba el mencionado edificio que albergaba en el número 406, la oficina de Jorge Eliecer Gaitán. Pero, no es solo por haber vivido allí sus altibajos como abogado que este minúsculo muro de la séptima tiene el honor de ser su “monumento”, sino que allí mismo, donde un sinnúmero de bogotanos sigue caminando hoy para ir a los encuentros más triviales o a las citas más extraordinarias, fue donde el llamado caudillo del pueblo recibió las balas que terminaron su vida el 9 de abril de 1948, en el mismismo zaguán del Agustín Nieto.

Foto: Portal Bogotá

Para ese entonces, cuando el político liberal entraba por la puerta de aquel edificio a diario, había una placa con la dirección Cra 7 #14-15, placa y puerta que en nuestros días se hallan en la Casa museo Jorge Eliecer Gaitán en Teusaquillo, al lado de su Buick verde, el traje que llevaba el día de su muerte, su escritorio, entre otros enseres excepcional y morbosamente ordinarios.

El punto es, no hay que ir a la historia, esta no es un anticuario enjaulado en una casa que se llama museo; vivimos en la historia, caminamos a su lado todos los días, está a nuestros pies para ofrecernos, transmitirnos, y revelarnos lo que queramos tomar de ella.

Y la historia no termina ahí, tenemos desde este punto de la séptima un panorama 360 grados, en vivo y en directo, de la escena que hoy llamamos el crimen del siglo, magnicidio al que ligeramente achacamos mil de los mil y un males que hoy, aún nos duelen. Están todavía ahí, las mismas estructuras que presenciaron como testigos incómodos y hermosos el asesinato de Gaitán. Por ejemplo, el Teatro Faenza que parece el fondo de un cartel de Alphonse Mucha. No está el Café Gato Negro, que quedaba en el mismo edificio Agustín Nieto, pero sí podremos encontrar impertérrito el Café Pasaje, al que aún se puede ir a charlar con su dueño y meseros para oír la leyenda que cuenta que de allí salió la mesera que ofreció el vaso de agua al agonizante abogado. También, ya sin las líneas del tranvía, pero aún con el peso de los acontecimientos, está la Avenida Jiménez por donde el cadáver del presunto asesino, Juan Roa (que no se sabe aún si fue un ejecutor solitario esquizofrénico, un actor pagado de la CIA, o un secuaz de Laureano Gómez), fue arrastrado hasta la Plaza de Bolívar. Sigue en pie el Hotel Continental con sus letras de tinte neoyorkino a donde se dirigían Gaitán, Jorge Padilla, Alejandro Vallejo y Pedro Eliseo Cruz a almorzar antes del inesperado suceso. Está el edificio del Banco de la República que se levantó sobre el lote de la joya arquitectónica que fue el Hotel Granada, a cuyo costado se situaba la Droguería Granada donde se escondió Juan Roa antes de que la turba lo sacara. 

Antes de que se demoliera el edificio, había frente a este una efigie de Gaitán con una leyenda que decía “aquí cayó Jorge Eliécer Gaitán, caudillo del pueblo, el 9 de abril de 1948”. Hoy hay algo completamente diferente. Lo maravilloso es que la ciudad cambia, ya no hay tanto de esa arquitectura francesa neoclásica que daba un matiz solariego a la ciudad; ya no están allí los mismos ladrillos, las mismas capas de asfalto en la carrera, ni la oficina, ni la mesa de Gaitán; pero el espacio no pierde un ápice de significado, porque la historia no se compone de reliquias, sino de lo que está allí y que se ha levantado sobre los escombros. No solo el espacio nos trae el recuerdo, sino que el recuerdo se integra a la composición de la ciudad que se ha transformado. Esa esquina de la Carrera Séptima con Jiménez puede ser solo una dirección, o puede ser un lugar prensado en el tiempo, un área cuyo símbolo se ha pausado, solo es cuestión de que lo queramos ver.  «Sí, toqué la puerta», insistió Pacho, y yo obedecí. «Por aquí, por esta puerta, salió Gaitán el 9 de abril», continuó él. «Claro, no era esta misma puerta, porque tampoco era el mismo edificio: hace rato que demolieron el Agustín Nieto para construir este adefesio. Pero en este momento, aquí, para nosotros, esta puerta es la puerta por donde salió Gaitán, y usted la está tocando” (p. 20). La afirmación sigue siendo igual de válida, en este instante, allí, para nosotros, esa puerta es la puerta por donde salió Gaitán.

Si frenamos un par de minutos frente a las placas que hay ahora ahí, veremos arriba un retrato de Gaitán, el orador, que imita la famosa foto que le hicieron dando un discurso el mismo año de su muerte en el Teatro municipal. En otro recuadro se leen citas del discurso conocido como Destino providencial del hombre. En otro, un poema de Pedro Medina sobre el caudillo, y como un tenaz recordatorio, la misma leyenda de antes ‘Aquí cayó Jorge Eliecer Gaitán, Caudillo del Pueblo, 9 de abril de 1948’.

 Foto: Portal Bogotá

No en vano se puede decir que allí, en esa esquina, caminamos sobre sangre. “Llegamos al espacio que en ese año de 1948 ocupaba el edificio Agustín Nieto (me di cuenta de que estábamos a pocos pasos del lugar donde el día anterior había estado la mancha de sangre y hoy sólo quedaba su fantasma y su recuerdo) y Pacho me condujo a la puerta de vidrio de un local comercial. (p. 20). De nuevo, quisiera creer que no solo los personajes de Juan Gabriel Vásquez son conscientes de ello.

Esta es una invitación a recordar, un llamado a caminar más lento, mirar con minuciosidad los rincones de esta ciudad, que no solo tiene ángulos oscuros, también tiene parajes de felicidad. No nos quita ni un segundo de pensamiento notar al pasar por allí lo que recuerda Vásquez en su novela, “...recordar que lo mismo hicieron los testigos bogotanos del crimen del 9 de abril: caer de rodillas en la calzada de la carrera séptima, frente al edificio Agustín Nieto, a pocos pasos de los rieles del tranvía y por lo tanto con grave riesgo de sus vidas, para recoger la sangre negra de su caudillo muerto, la luenga sangre derramada tras los cuatro disparos de Juan Roa Sierra”. (p. 53) y rememorar con ello un pedazo triste de la historia colombiana que algo tendrá para enseñar.

Caminamos sobre una ciudad que es mitad mito, mitad historia y eso la hace para mí, a pesar de todos sus flagelos, la ciudad insólita, fantástica, seria y maestra que es. Espero seguir demostrando que vivimos en una auténtica cartografía literaria.

Referencias

Alcaldía Mayor de Bogotá. La Carrera séptima: Entre El Parque y La Plaza: Álbum De fotografías. Alcaldía Mayor Bogotá, 2012.
Forero, Julio Enrique. “¿Gobierno Duque Quiere Acabar Con La Memoria De Gaitan?” Las2orillas, Febrero 12, 2020. https://www.las2orillas.co/gobierno-duque-quiere-acabar-con-la-memoria-de-gaitan/.
“Jorge Eliecer Gaitan Monument.” Tripadvisor. Recuperado enero 22, 2023. https://www.tripadvisor.co/Attraction_Review-g294074-d1518967-Reviews-Jorge_Eliecer_Gaitan_Monument-Bogota.html.
Santos, Enrique. “El Día Que Mataron a Gaitán.” Revista Credencial, Julio 17, 2018. https://www.revistacredencial.com/historia/temas/el-dia-que-mataron-gaitan.
Vasco, Bernardo. “Momentos Vividos En Bogotá Antes y Luego Del Magnicidio De Jorge Eliécer Gaitán.” Bogotá. Redacción Portal Bogotá. Recuperado enero 22, 2023. https://bogota.gov.co/mi-ciudad/bogota-en-historias/jorge-eliecer-gaitan-momentos-antes-y-despues-del-bogotazo-en-1948.
Villamil, Elías. “A 74 Años De 'El Bogotazo', Memoria De Jorge Eliécer Gaitán Se Resiste a Morir.” Bogotá, abril 9, 2022. https://bogota.gov.co/mi-ciudad/bogota-en-historias/historia-de-el-bogotazo-y-de-la-muerte-de-jorge-eliecer-gaitan.

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