SEMANA. Por: Rafael Rodríguez Jaraba.

Rafael Rodríguez Jaraba

Durante diez años fui columnista de Semana en su versión on-line, y en ese tiempo y de manera regular, tuve evidencia de la aceptación y acogida de mis ideas y letras de parte de los lectores. Para esa época, Semana era la revista con mayor aceptación, credibilidad, suscriptores y circulación en el país. Su línea editorial era escrupulosamente objetiva, responsable, democrática y ponderada.

Desde su fundación en 1946 por parte del ex presidente Alberto Lleras Camargo y de su refundación en 1982 por Felipe López Caballero, Semana fue un espacio abierto a la información, la opinión, el conocimiento, la ciencia, la tecnología y la investigación, así como foro deliberante en el que ideas e ideales de todas las vertientes y matices, encontraban espacio propicio y neutral para el debate y la controversia social, política, económica, científica e inclusive, académica.

Su credibilidad y circulación empezó a decaer, cuando asumió su dirección Alejandro Santos Rubino, y con ello, su línea editorial cambió, su rigor informativo se perdió y su contenido se enfiló deliberadamente hacia la política partidista, lo que convirtió a la revista en corifeo y espadachín de Juan Manuel Santos y en contradictor y justiciero del ex presidente Álvaro Uribe Vélez.

En esa reciente y oscura época de la revista, su director, valiéndose de mandos medios y aduciendo motivos de reorganización y discrecionalidad, suspendió de manera abrupta la publicación de mis columnas, así como la de varios columnistas que no eran afectos al gobierno Santos, sin consideración alguna al buen recibo e inmensa aceptación de ellas, demostrando que cualquier opinión contraria a la línea editorial de la revista debía ser excluida.

Así, y sin prisa y sin pausa, Semana dejó de ser un faro orientador de opinión pública, para convertirse en una gacetilla del Gobierno y en fortín de obsecuentes aduladores de las indelicadezas, los despropósitos y los desvaríos de Juan Manuel Santos, así como en desvergonzado defensor y cómplice periodístico de las atrocidades de la banda narcoterrorista de la Farc.

Pronto los suscriptores y lectores advirtieron la politización de la revista, así como su parcialidad editorial y la ideología de la mayoría de sus periodistas y columnistas, al igual, que el ánimo solapado de magnificar el Gobierno Santos, desestabilizar el Gobierno de Iván Duque y de desprestigiar al ex presidente Álvaro Uribe Vélez.

Basta tan solo rememorar algunas de las perversas columnas de Daniel Coronel, León Valencia, Ariel Ávila, María Jimena Duzán y del bufón y fanfarrón Daniel Samper Ospina, para evidenciar la complacencia editorial de la revista con la canallada, el odio y la maledicencia.

Pero, como lo prueba la historia, no hay medio politizado que dure cien años ni lectores que lo resistan, y lo que era una revista querida e infaltable, de obligada y placentera lectura en oficinas y hogares, se convirtió en un medio fantasma contentivo de soterradas desinformaciones, injurias y calumnias.

Ojalá que los nuevos propietarios de Semana y su recién nombrada directora, sean capaces de restituirle la objetividad, la credibilidad y el prestigio perdido, y que la revista renuncie a su militancia política y retome la independencia, la neutralidad y la defensa del Estado Social de Derecho y la Democracia.

Es claro, que la degradación editorial de Semana y la hegemonía de Juan Manuel Santos sobre su política editorial, terminó arruinando su credibilidad y sostenibilidad económica, y, promoviendo la creación de varios medios y portales digitales de opinión pública, los cuales hoy cuentan con mayor audiencia a la que tuvo Semana en su mejor época.

Basta tan solo ver los reportes de Google Analyitics de medios digitales como, El Portal del Capuchino, Los Irreverentes y El Expediente, entre otros, para advertir la preferencia de los lectores colombianos por estos portales y sus columnistas.

El triste final de Semana, debería servir de ejemplo y reflexión para algunos medios, entre ellos, CM&, La W y Caracol Radio, que por añorar los edulcorantes que recibían de la perversa paz con impunidad de Santos y no resignarse a vivir sin ellos, de manera concertada no cesan de tratar de desestabilizar el actual Gobierno, de denigrar del ex presidente Álvaro Uribe Vélez y de proteger y encubrir el corrupto desgobierno de Juan Manuel Santos, olvidando que el Nobel de Barro no tiene memoria y no sabe de lealtad, agradecimiento y gratitud.

Si bien es claro, que cada medio de comunicación tiene una línea editorial, un sesgo político o una inclinación ideológica, lo que no resulta claro, es qué para defender esa línea, sesgo o inclinación, se renuncie a la verdad, a la realidad y a la objetividad, y se apele a la distorsión, a la deformación y a la tergiversación de las noticias, tal y como lo hicieron el exdirector y algunos de los periodistas y columnistas de Semana, quienes son los responsables de su naufragio.

Qué bueno fuera leer en la nueva Semana, a columnistas como Jaime Castro, María Isabel Rueda, Mauricio Vargas, Alfonso Gómez Méndez, Argiro Castaño y Rafael Nieto Loaiza, o a quienes opinen de manera edificante y propositiva sin socavar ni erosionar los cimientos de nuestra débil y perfectible democracia republicana.

Triste, muy triste el fin de Semana.

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*Rafael Rodríguez-Jaraba. Abogado Esp. Mg. Litigante. Consultor Jurídico. Asesour Corporativo. Conjuez. Árbitro en Derecho. Profesor Universitario. Miembro de la Academia Colombiana de Jurisprudencia.

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