¿Qué dirán los alemanes? Por: Camilo Bettin

Para aquellos que tienen la fortuna de tener conocidos o amigos foráneos, en especial de aquellos países que se denominan del primer mundo. ¿Se han imaginado lo que debe ser contarle que un carro en Bogotá solo puede ser utilizado el 50% de los días hábiles del año?

Personalmente no cuento con amistades en el extranjero como para plantear dicha pregunta, y francamente, jamás la realizaría. Lo primero que se cruzaría por mi mente al hacer tal comentario sería: ¿Qué clase de idiota pensará que soy?

Acto seguido, imaginaría al otro individuo con cara de ingenuidad disimulando la verdadera pregunta: ¿Para qué demonios tiene un carro si no lo puede usar la mitad del tiempo?

Y sí, honestamente es muy difícil no pensar que un individuo de cualquier otra latitud se haga esa misma pregunta. Es inaudito que los ciudadanos deban cargar con la renuncia de los diferentes gobernantes Distritales a tomar verdaderas acciones para solucionar la movilidad de la ciudad.

Últimamente nos han implantado de a poco soluciones de “avanzada”. ¡Maravilloso! ¿Quién diría que no se debe implementar el uso de la bicicleta? ¿Quién osaría abogar por la no implementación de corredores peatonales? ¿Alguien sería capaz de contradecir la implementación del transporte público?

Pues tal vez las únicas personas en el mundo que podrían llegar a ser esquivas a dichas soluciones sean los bogotanos, y solo tal vez porque en esta especie de ciudad gótica latinoamericana deben andar con un machete para evitar el robo de su bicicleta, se rehúsan a caminar por la calle en aras de esquivar un ladrillazo en el cráneo por un teléfono móvil y en el caso de muchas mujeres, se niegan a tomar el riesgo de ser acosadas sexualmente en el transporte público.

En ocasiones desde los más altos menesteres del gobierno se hace un llamado a la conciencia, a la empatía, a la paciencia y a muchos otros valores en favor de la comunidad. Pero es consecuente imaginar que la ciudadanía ya adolece de dichos valores, puesto que durante años han sido dejados a la deriva por sus gobernantes, con impresionantes tasas de inseguridad, desigualdad, violencia y desempleo.

Así que no, no es la ciudadanía quien debe cargar el peso de estas medidas restrictivas de la libertad y el ejercicio de los derechos. Es el Estado renuente a ofrecerle por lo menos una línea decente de metro a esta ciudad, es la malla vial olvidada desde hace 50 años, son los estudios de planificación que hoy tienen a más de 1 millón de personas sometidas a 4 carriles.

No sé cómo un gobernante tiene el carácter de decirle a una persona que no adquiera una moto o un carro, cuando la verdadera razón para que nuestra ciudad se encuentre en pedazos emane de la misma institucionalidad. Y aún más, ya está la tapa de dejar variables aleatorias para que el ciudadano no tenga la certeza de sus opciones.

Francamente no sé qué podrá pensar un alemán, un danés o un francés de todo ello. Lo que sí sé es que ese alemán viene de un Estado de derecho, en donde se aboga por el ejercicio de las libertades individuales, donde prevalece el ciudadano y se trabaja por alternativas para la subsistencia armónica de todos, temas que aquí la verdad ni se asoman.

Por lo anterior, me siento en una disyuntiva ante nuestra jocosa realidad: pedirle un reembolso a la Javeriana por haberme enseñado que el nuestro era un Estado Social de Derecho o sencillamente sentarme a llorar y ver como todos pagamos lo que no han hecho aquellos que elegimos durante décadas. Lo único plenamente cierto es que eso no se lo cuestionan los alemanes.

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