¡No nos hagamos los tuertos¡. Por: Daniel Escobar

Daniel Escobar

Las elecciones presidenciales en nuestro país siempre han estado antecedidas de momentos críticos y esporádicos, es decir, un conjunto de coyunturas que pone sobre la mesa una realidad que los candidatos aprovechan – bien o mal –  para poder ‘destilar’ su interés político y hacer campaña a nivel nacional con la frase ‘estamos mal, pero yo puedo arreglarlo’. La pandemia, la protesta ciudadana y el descontento social, son algunas de las situaciones que constantemente vamos a escuchar en los hueros y toscos debates que se dan, tanto en la propaganda política como en los medios de comunicación, van con toda. 

Estas elecciones presidenciales son especiales. El panorama político muestra un afloramiento de la representación política dentro de las mismas fuerzas y partidos, es decir, hay cada vez más candidatos con aspiraciones presidenciales en las coaliciones constituidas. Esto también implica una apertura democrática: ya no se puede ver el momento electoral como algo cerrado, compacto y predecible, donde dos o tres tienen la batuta de los votos y más o menos ya se sabía quienes ganaban. 

En el 2022, las elecciones van a depender sobre todo de las consultas ciudadanas que se hagan en cada uno de los partidos y movimientos políticos para impeler el candidato que representará cada casa política, les tocará ‘competir’ entre políticos. ¡Por fin el ejercicio electoral va a contener un proceso más dinámico y complejo en nuestro país!, ya hay más para elegir, la idea siempre fue expandir las posibilidades porque esto nos permitirá tomarnos el tiempo para escuchar a todos y decidir por uno solo, por quien se muestre mejor y no por la ausencia de otro proyecto político, como nos tocaba así, a las malas.

Con esta situación, vamos a percibir una competencia entre líderes, que precisamente va a exigir: elocuencia, coherencia, criterio, perseverancia, escucha activa, conexión con las necesidades ciudadanas, un llamado insistente a la paz, la construcción de instituciones fuertes y ecuánimes, la reactivación económica, la concreción de un plan que descentralice Colombia y fundamentalmente, reproducir la idea de pensarnos mejor como país: esto sí que nos corresponde a todos, sin importar quien gane las presidenciales.

Lo anterior conviene analizarlo bajo las palabras del politólogo Sartori, quien afirmaba que una apertura democrática en la representación política, antecede a una transformación en las formas de gobierno y además, fortalece el sistema electoral, haciendo de la participación ciudadana un ejercicio constante y generando finalmente confianza en las instituciones y la democracia. Esto último que si es algo de lo que en este país se carece: pocos votan, nos hacemos los tuertos.

La abstención política es enorme, un fenómeno constante y nocivo que se refugia bajo la penosa premisa: ‘yo no voto porque no me gusta la política’. Es que precisamente todos deberíamos apropiarnos de la política, no existe algo como lo ‘apolítico’, pero si existe la ‘politik’ planteada desde Sócrates y todo lo que encierra el término, que toma como centro al ciudadano y el deber que tiene con la sociedad en cuestión de responsabilidad civil. Lo que no debería aprehender el ciudadano, es la ‘politiquería’, con esa si ni a la esquina, ya tenemos mucho de esa.

Seguramente esta situación en la que recaen los ciudadanos, del desentenderse con el país y apartarse de lo electoral, pronto va a cambiar. Hay que prestarle mucha atención a lo que se dice en las calles, el voz a voz, el espacio común del ciudadano y la opinión pública, porque van a tener mucha influencia en las próximas elecciones presidenciales. Las personas cada vez más están asumiendo su papel político dentro de la realidad colombiana y eso es bueno. Están entendiendo que urge un cambio suscitado desde las álgidas situaciones que se han presentado durante décadas, que si bien, parecieran lejanas, la verdad es que están aún cerca, ya que es muy poco lo que ha cambiado de las mismas, realmente muy poco.

Ahora, los candidatos presidenciales desde ya, deben asumir un punto que no es solo importante sino también es histórico: el Estado tiene una deuda con el país, que si se asume, jamás podrá pagar, y que si se rechaza, el mismo Estado estará en riesgo de perder su autoridad. Es una paradoja, o bueno, siempre lo ha sido, el Estado en Colombia ha sido un proyecto fallido. ¿Qué se sostiene? Si, pero gracias a los ciudadanos, no al modelo de gobernanza que tenemos en nuestro país ni a las formas de administrar nuestro territorio.

Tenemos grandes dilemas que resolver como país, de lo micro a lo macro o de lo macro a lo micro, el orden es irrelevante cuando se trata de los problemas, necesidades y transformaciones que necesita la nación. Eso sí, hay que empezar a trabajar desde ya, precisamente porque son las próximas elecciones las que van a revelar el rumbo que seguiremos como país y Estado. Hay que tener la mirada fija en el 2022, no nos hagamos los tuertos, votar es realmente necesario, al menos para poder ver y proponer una mejor Colombia.

2 Comentarios de: “¡No nos hagamos los tuertos¡. Por: Daniel Escobar

  1. Buena columna, pudo darse una aclaración, de como sostienen los ciudadanos al Estado. ¿El sostenimiento, se da por la omisión o la acción de los ciudadanos? y ¿qué tipo de acción u omisión?. Felicitaciones Daniel.

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