Más difícil: Por Miguel Velarde

Miguel Velarde
La pandemia ha puesto en evidencia no solo la miopía de nuestros gobiernos, sino también su incapacidad para transformar una crisis en alguna oportunidad.

Mientras en Europa y Estados Unidos parecen estar transitando finalmente el último tramo de este largo calvario en el que la pandemia de Covid-19 nos metió hace más de un año, por este lado del mundo la realidad es muy diferente.

Los números, para otras partes del planeta, son realmente esperanzadores y confirman algo que los más calificados expertos del mundo afirman desde el principio: la única solución a este problema es la vacuna. Algo que, increíblemente, parecen no haber entendido algunos de los países de nuestra región.

El mundo desarrollado ya empieza a implementar los planes pospandémicos en los que venía trabajando casi desde el inicio de la crisis sanitaria, pensando en la reactivación económica y la reapertura de sus países.  No la tuvieron fácil, pero son conscientes de que lo peor ya pasó y ahora deben enfocar sus esfuerzos en recobrar la normalidad perdida lo antes posible.

En nuestra región la realidad es tristemente diferente. Mientras todavía transitamos una segunda ola que golpeó con mucha fuerza a nuestras naciones, con muy pocas excepciones (quizá Chile y Uruguay), prácticamente ninguno de nuestros países está haciendo lo suficiente no solo para superar esta etapa, sino para evitar una tercera ola que podría no tener precedentes.

El proceso de vacunación ha sido deficiente en todas partes y hasta escandaloso en algunas (Argentina, Venezuela, Perú y Paraguay, por ejemplo). Peor aún, ahora que finalmente la escasez de vacunas ya no será un problema (porque la producción mundial se está acelerando y en algunos lugares, como Estados Unidos, empiezan hasta a sobrar dosis) el siguiente gran reto que tenemos es superar los “cuellos de botella” que empiezan a aparecer debido a la deficiente capacidad operativa en el proceso de aplicación de las vacunas. En esta etapa, se verán las grandes diferencias que existen incluso dentro de cada país, entre las ciudades importantes y otras con menos capacidades.

Con este preocupante panorama por delante, mientras las sociedades se ahogan entre las olas del virus y de la economía, la clase política solo hace las cosas peores. La pandemia ha puesto en evidencia no solo su miopía, sino también su incapacidad e ineptitud para transformar una crisis en alguna oportunidad.

Trágicamente, quienes mayor “provecho” le han sacado a esta crisis han sido los regímenes autoritarios y populistas (Venezuela y Nicaragua son los mejores ejemplos), ya que ha sido su mejor excusa para profundizar su control.

La crisis política y económica que vive nuestra región desde hace años y que solo promete profundizarse, la arremetida del populismo autocrático contra las frágiles democracias de la región y, ahora, esta crisis sanitaria inédita, han dejado debilitados y diezmados a todos los que defienden la libertad de nuestros países.

Es una lucha larga que, luego de esta pandemia, solo promete ser más difícil.

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