La inspiración musical tras las rejas: Por Pablo Rosselli

Pablo Rosselli

¡Oye, te hablo desde la prisión, Wilson Manyoma, Gorgona!

La libertad, el amor, el desamor, la alegría y la tristeza suelen ser las fuentes de inspiración de las letras de muchas canciones. Sin embargo, a veces, sentimientos opuestos como la zozobra de estar en cautiverio con el lastre de la culpa o la desesperación de la inocencia, inspiran la creación de piezas musicales extraordinarias.

El preso, por citar una, compuesta por Álvaro Velásquez y magistralmente interpretada por Fruko y sus tesos con la voz de Wilson Saoko, es un referente del género salsero en Colombia. La canción narra las penurias y la tragedia de un hombre encarcelado, refiriéndose a un amigo del autor condenado a 30 años de prisión por narcotráfico. Paradójicamente, esta melodía hace vibrar e invita al baile inmediato a quien la escucha:

“En el mundo en que yo vivo siempre hay cuatro esquinas,

pero entre esquina y esquina siempre habrá lo mismo.

Para mí no existe el cielo

ni luna ni estrellas,
para mí no alumbra el sol pa ́ mí todo es tinieblas” ...

Aunque El Preso es una canción muy popular en nuestro país, el himno por excelencia de los presos del Caribe es Las tumbas, el nombre de una siniestra cárcel en Nueva York. La tonada, interpretada por el gran Ismael Rivera, fue compuesta por Bobby Capó, que sintió como suya la condena ─ también por narcotráfico ─ de sus amigos Rafael Cortijo y el propio Rivera.

... “De las tumbas quiero irme, no sé cuándo pasará.
Las tumbas son pa ́ los muertos y de muerto no tengo na ́.

Cuándo yo saldré de esta prisión
que me tortura, me tortura mi corazón,
si sigo aquí, enloqueceré” ...

Otro desgarrador tema carcelario interpretado por José Feliciano y Alci Acosta es La cárcel de Sing Sing, compuesta por el dominicano Bienvenido Brens, en la que un condenado a muerte en Ossining, Estado de Nueva York, se confiesa así:

“Yo tuve que matar a un ser que quise amar,
aunque aun estando muerta yo la quiero.
Al verla con su amante, a los dos los maté
por culpa de ese infame moriré.
Minutos nada más me quedan ya por respirar,
la silla lista está, la cámara también,
a mi pobre viejita, que desesperada está
entréguele este recuerdo de mí"...

Por otro lado, Ernesto Torres, en la canción titulada Para que aprendas, con una carta a la madre describe el drama de estar encarcelado con el siguiente lamento:

“Solitario en el olvido

donde nadie a mí me entiende.

Aquí en la cárcel se aprende

lo que es pan lo que es abrigo,

lo que es tener un amigo.

Cuando nos falla la suerte,

la cárcel es como la muerte,

y por eso la maldigo” ...

Finalmente, nada más existencialista que el bolero El juego de la vida, de Raymond Mundita Medina interpretado con genialidad por Daniel Santos, que tan bien suena al calor de unos rones, y que dice en una de sus estrofas: “Cuatro puertas hay abiertas al que no tiene dinero: el hospital, la cárcel, la iglesia y el cementerio”.

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