Una nueva crisis, ¿otra oportunidad? : Por Miguel Velarde

Miguel Velarde

Hoy el común denominador de nuestros países es una sociedad con más necesidades y menos libertades

Casi desde el principio de la pandemia, allá por mayo de 2020, cuando las señales de una cuarentena interminable eran innegables y el desconcierto de nuestros gobiernos ante el COVID-19 era aterrador, fuimos muchos los que advertimos sobre las terribles consecuencias que el encierro iba a tener para la economía de nuestras naciones. 

Hoy todas las proyecciones coinciden en que, a pesar de la modesta recuperación económica que este año tendrá la región (en gran parte explicada como un rebote luego de la profunda caída del 2020), los próximos años representan un desafío para el desarrollo y el crecimiento de América Latina. 

Sin embargo, lo económico no era lo único que nos preocupaba, sino también lo político. Sobre todo, en naciones que son gobernadas por regímenes populistas y nada (o poco) democráticos, porque vimos que la crisis sanitaria iba a ser la gran excusa para coartar aún más nuestras libertades y pretender profundizar los controles. 

En la actualidad el común denominador de nuestros países es una sociedad con más necesidades y menos libertades. Pero el verdadero peligro no es esta realidad, sino acostumbrarse a ella.

Tenemos verios ejemplos cercanos para conocer el resultado: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Donde, por cierto, se siguen realizando “elecciones” (presidenciales en Nicaragua  y regionales en Venezuela) bajo el manto ya usual de la trampa, la farsa y la mentira. 

No hay nada que esperar de procesos que ya tiene su resultado diseñado, lo interesante será ver qué gobiernos reconocen esa farsa, porque lo realmente innegable a esta altura de la historia es que ante lo que ocurre en estos tres países, quienes pretenden ser “neutrales” son simplemente cómplices.

Mucho más, como en el caso venezolano, cuando por primera vez en la historia un gobierno de America Latina será sometido a la investigación de la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad, como anunció la semana pasada el fiscal de la CPI, Karim A. A. Khan.

Ante un escenario como éste, crece la convicción de que en una coyuntura pospandémica tan compleja en la región, la única división que debe existir es entre demócratas y tiranos (y sus cómplices). 

Si finalmente terminamos de entender esto, esta nueva crisis económica, política y cultural que recién está comenzando, puede ser otra oportunidad para que, a pesar de sus diferencias, los demócratas y republicanos de la región unan fuerzas para enfrentar y derrotar de una vez por todas al populismo tiránico. 

Esta vez, en serio.

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