Ritos, magia y religión

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Prostitutas, vendedores ambulantes, raponeros, negociantes frustrados y desempleados exasperados con estabilidad económica y emocional algo incierta, acuden todos los lunes al Cementerio Central, el campo santo más antiguo de Bogotá a realizar ritos y pedir favores a los denominados "santos populares" de la capital.

Los fieles creyentes al ingresar se persignan, besan su pulgar y en un acto de profunda fé observan la réplica de la Pietà, escultura famosa de Miguel Ángel que representa a la Virgen María teniendo a su hijo cuando cae de la cruz. Los devotos dejan flores y hasta saltan la pequeña cerca de hierro negro para besarla y abrazarla, como pidiendo al Cristo muerto permiso para poder entrar al campo santo, que al parecer ellos dos custodian como si algún ánima se les fuera a escapar.

La Pietà original fue terminada en 1848 y se encuentra actualmente en la ciudad del Vaticano. La réplica que se tiene en Bogotá, tiene medidas similares a la original y fue concebida en Roma por Ermengildo Luppi, y, traída al país en el año de 1928 por una influyente familia bogotana que quiso adornar la última morada de su hijo ahogado en un río del país.

Luego de pedir permiso para ingresar, los devotos del catolicismo popular encuentran el túmulo de casi todos los ex presidentes de la República desde Francisco de Paula Santander, de personalidades muy influyentes en algún momento para el país como José Asunción Silva, Rafael Pombo, el Liberal Rafael Uribe Uribe, el sindicalista Rafael Mercado y Luis Carlos Galán. Y también de ciudadanos acomodados de Bogotá del siglo XIX y XX como Leo Kopp y las hermanas Bodmer.

La mayoría de difuntos tienen "padrinos terrenales", que les llevan ofrendas y limpian sus tumbas. Les ofrecen flores, dulces y hasta dejan para ellos vasos llenos con agua y prendas de vestir. Les hablan durante horas, contando sus pesares, sus desgracias y rogando que esa ánima interceda en un correo directo con Dios, intimando el "milagrito".

Uno de los santos populares más acudido es Leo Siegfried Kopp, el fundador de la cervecería Bavaria. Alemán, judío de nacimiento, masón en grado 33, fallecido en septiembre del 27 y quien no fue recordado si no por sus familiares y empleados cercanos hasta después de 1957, cuando "María Salomé", una sexo servidora del barrio Santa Fé, le concedió el favor a un médico en ruina que adoptó su tumba y se encargó luego de hacerla famosa entre todos los creyentes populares de la ciudad, creyentes que aún hoy, hacen filas de varias horas para pedirle a ella y al seguramente distinto en vida Leo Kopp, que sirvan de mensajeros ante Dios.

Según Weber, en la fe católica y la religiosidad que ella implica, se busca la salvación de los devotos. Se busca el desprendimiento y la liberación de todas las laceraciones psíquicas y físicas del ser humano como individuo en la sociedad, el perdón y olvido de las culpas y los pecados por medio de las formas religiosas que así puedan permitirlo. Y una de ellas es esta mística veneración a los santos, en este caso santos populares que en definitiva no son ni serán santos para la iglesia y el Papa, pero que pertenecen a las masas folclóricas y amañadas que una vez los adoptan de manera esotérica y mágica, los honran a tal punto que pierde importancia si era una prostituta más de la principal zona de tolerancia de Bogotá, o si por el contrario ese “santo” fue el fundador del emporio comercial más grande del país.

El santo que el pueblo escoge no pretende encarnar lo divino, pretende ser instrumento de su divinidad. Y así es como estas prácticas de fe terminan interfiriendo en la ya muy marginada Bogotá, en todo su proceso social y en lo que significa el culto a las ánimas y santos populares del Cementerio Central, un pedacito de historia de nuestra casa, Bogotá.

Por Santiago Martínez Chávez. @unmalabogado

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