Más allá del promedio. Por: Santiago Bonivento

Usted es un profesor de derecho y, al final del semestre, la nota de un estudiante becario es 2.94. El estudiante se acerca a usted y, con lágrimas en los ojos, le pide que, por favor, le suba la nota a 3.0.; si no lo hace, él perderá su beca. ¿Le subiría la nota al estudiante?
Hace algunos años, un grupo de estudiantes miembros del Consejo Estudiantil Uniandino de la Facultad de Derecho, junto con otros compañeros de idéntica facultad, idearon una grandiosa idea que siempre llamó activa y poderosamente mi atención. El proyecto, al cual decidieron llamar “Más allá del promedio”, no era nada diferente a emprender una decidida campaña de conciencia sobre la forma en la cual el estudiante de derecho asumía su carrera universitaria.
El proyecto era ambicioso y, por ese entonces, supuso maravillosos encuentros entre profesores y estudiantes en torno a una misma temática: el ejercicio ético de la profesión legal, con un altísimo componente de reflexión en torno a la manera en la cual, el estudiante del hoy - y abogado del mañana -, se podía aproximar a situaciones venideras dentro de los vericuetos de su ejercicio. Este se cimentó sobre la valiosa idea relativa a que, si bien el promedio universitario es importante, sin entrar en consideraciones sobre dicha afirmación, la preparación, la ética y la integralidad en el ejercicio futuro de la profesión debían igualmente pasar a serlo.
Dentro del proyecto, cautivó abiertamente mi atención el desarrollo de uno de sus tres componentes, sobre los cuales tampoco me detendré a profundidad, siendo este el concepto del abogado ético. Para su ejecución, optaron por plantear situaciones fácticas que invitaban a que el estudiante de derecho se cuestionase - o a lo sumo esa era la invitación - sobre el rol de la ética en el ejercicio de la profesión. Y, con base a ello, optaron por plantear dilemas éticos que pueden presentarse en el marco de casos, negocios jurídicos o, en general, en el día a día del abogado. Con ellos, y sin el propósito de imponer el contenido de “la ética” que debe tener un abogado, sino, como ellos mismos lo afirmaron, poner sobre la mesa, como coloquialmente se dice, asuntos para discutir, para conversar en torno a esta.
Así, este buscaba, en resumidas cuentas, plantear situaciones fácticas, como la que encabeza el presente texto, para que sirvieran de insumos para conversaciones francas, abiertas, transparentes y de mucho crecimiento entre estudiantes universitarios. Con ello, y en compañía de docentes y expertos en la materia, realizaban foros absolutamente numerosos en participación para abordar los planteamientos, sin tener que llegar, en sí, a una respuesta inequívoca.
Hoy, varios años después del proyecto previa y sucintamente comentado líneas arriba, la ética en la profesión o - mejor - la ética en las profesiones debe convertirse en un eje temático prioritario para la formación. No basta hablar de ética. El complemento está en aplicar la ética. La casuística, en ejercicios simulados como los que el proyecto ejecutó, es un gran paso inicial para dar avance a ello.
Una sociedad que progresa comienza por una sociedad que conciba a la ética en las profesiones como eje rector en su ejercicio.