La verdadera realidad del paro armado. Por: Jesús Mora Diaz

En el andamiaje de la jerga y frases coloquiales, existe una expresión cargada de mucha verdad y simetría en correlación al infortunado episodio de desgracia que vivimos muchos colombianos durante el pasado paro armado, decretado por la organización criminal Clan del golfo. “hay cosas que hasta que no se viven no se saben”.

Quise traer a colación esta verdad, pues la gran mayoría de jóvenes colombianos, hemos crecido en un país libre, en un estado enmarcado en los principios democráticos y garante del bienestar social de sus ciudadanos, por tanto, muchos desconocen el esfuerzo y costo que se debió pagar para que Colombia no fuese un estado fallido.

Las actuaciones desmedidas de ese grupo narcoterrorista, que tuvieron por objetivo enajenar nuestras libertades, sembrar la zozobra y demás, son ampliamente conocidas por todos, motivo por el cual no quiero hondar en el sufrimiento de quienes perdieron sus seres queridos, de los miles que debieron cerrar sus negocios o les fue incinerado el vehículo con el que llevaban el sustento a sus hogares. En esta columna solo expresare mi percepción en relación de este hecho con el pasado, presente y futuro.

Lo acontecido en días pasados, en el marco del paro armado, no es más que la remembranza del proceder y actuar de grupos armados (carteles, guerrillas y paramilitares) en el espectro nacional, para el periodo comprendido entre 1980 – 2022, periodo en el cual se evidencio el pico más elevado de la violencia en Colombia, pues las masacres, secuestros, tomas guerrilleras, vías bloqueadas, extorsiones y demás manifestaciones delictivas estaban al orden del día.

Lo anterior es bien sabido por aquellos que padecemos problemas mentales y tenemos como bandera el agradecimiento y elocuencia, pues Álvaro Uribe marco un precédete muy difícil de igualar y quizás de nunca equiparar. A partir de su primer día como presidente de esta nación se convirtió en el primer soldado de la patria, defensor de las justas causas y un campesino más, un hombre que actuaba con prontitud y gallardía ante los embates de los bandidos.

Esa gallardía y prontitud le hizo falta al presidente Iván Duque, quien le resto importancia al hecho y solo llego a darle el grado de relevancia cuando el país estaba desangrándose y ardiendo por culpa de los violentos. Las fuerzas debieron tener informes con antesala a lo que podía suceder, la inteligencia es Colombia esta en crisis, por consiguiente, seguiremos exponiendo vidas. Existió también un letargo entre la cúpula militar no se desplazo o se activo un plan de contingencia en las zonas con mayor permisibilidad de los actores delincuenciales.

Esta situación dejo en tela de juicio el actuar del mandatario, pues pareciera que Duque le da miedo contrarrestar y neutralizar a los bandidos. El saldo negativo hubiese sido menor si se facultaba a los a las tropas para proceder y por así garantizar la seguridad.

El clan del golfo no puede parar este país, es responsabilidad del gobierno abogar para que esta situación tan bochornosa no se vuelva a presentar, pues la institucionalidad y seguridad estaban en juego, además esto golpea de manera drástica la imagen de las tropas ante la sociedad.

Quiera Dios y el próximo presidente de esta nación sea quien tiene el deseo de desmantelar todas las redes delictivas, desde los distintos escenarios, militar, político y económico. Pues el paro dejo en evidencia el apoyo que brindan los delincuentes y corruptos al candidato que personifica sus ideales y anhelos. Aun estamos a tiempo de salvaguardar nuestras libertades.

La gran verdad que quedó develada en este episodio trágico para la seguridad y en consecuencia para la continuidad de la democracia, es el beneplácito que le brindan los actores alzados en armas a Gustavo Petro. Este espaldarazo es dado a razón de un panorama de garantías ó amnistía ante un eventual gobierno del excombatiente.

Los Colombianos merecemos vivir bajo el amparo de la democracia y el disfrute de las libertades, no dejemos que aires absolutista se las lleven.

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