Fútbol femenino en Colombia: apenas el primer tiempo. Por: Juan Pablo Amaya Amaris

El fútbol femenino es un fenómeno en crecimiento y un producto en desarrollo, que ha construido su propio camino y ha superado numerosos obstáculos. En Colombia, parece que estamos en el auge de éste luego de haber visto las históricas participaciones de la selección mayor en la Copa América en julio del presente año y de la Selección Sub – 20 en el mundial que se desarrolló en Costa Rica, el pasado mes de agosto.

La selección mayor hizo una gran Copa América; las dirigidas por Nelson Abadía perdieron un solo partido (la final) ganaron los otros cinco que jugaron, anotaron 14 goles y concedieron únicamente 3. Se trata de una participación histórica, enmarcada por un ambiente que, al comienzo, estaba caracterizado por el escepticismo pero también por la incoherente obligación que algunos medios de comunicación imprimían sobre la selección, pues consideraban que por ser locales, se debía ganar el torneo.

Por su parte, la selección Colombia Sub – 20 llegó hasta cuartos de final en el mundial de su categoría, perdió con Brasil, pero tuvo actuaciones memorables como la de la primera fecha cuando le ganó a Alemania, reconocida potencia mundial en el fútbol femenino.

Sin embargo, aunque se trata de resultados muy buenos, las mujeres se enfrentan a muchos obstáculos para poder ejercer esta profesión dignamente en Colombia. Es evidente que la falta de profesionalización del entorno del fútbol femenino en el país va más allá de la ausencia de una liga sólida que promueva nuevos talentos y la consolidación de los existentes. En la práctica, el fútbol femenino es visto como un tema de responsabilidad social empresarial, lo que impide visualizar a las jugadoras como verdaderas profesionales que dedican su tiempo y energía de tiempo completo al fútbol. Esto es el resultado de una institucionalidad débil y poco convencida de un producto que no se ha sabido (ni querido) vender.

En efecto, las jugadoras son las más afectadas porque la falta de una industria que al menos crea en el talento femenino para jugar al fútbol, repercute en la poca estabilidad laboral que rodea los contratos que firman ellas con los clubes. Muchas veces, se ven obligadas a firmar contratos por dos o tres meses, sin derecho a prestaciones sociales, también permeadas por los vacíos existentes sobre las formas en que se debe afiliar a las jugadoras a los clubes, lo que a su vez se traduce en vacíos sobre las obligaciones de ambas partes del contrato.

Es por eso que, la participación histórica en la Copa América y la Copa Mundial Sub - 20 deben ser los eventos que impulsen la creación de un verdadero ecosistema alrededor del fútbol femenino en Colombia. Pero, ¿qué significa la creación de un ecosistema alrededor de esto? Consiste en la elaboración de un sistema conformado por quienes tienen la posibilidad de intervenir, tomar decisiones y hacer parte de la industria del fútbol femenino. En este sentido, el ecosistema, conformado por la Federación Colombiana de Fútbol, la DIMAYOR, los potenciales patrocinadores, el Ministerio del Deporte y las jugadoras, quienes están obligados a interactuar entre sí por el bien de esta industria, debe propender por la creación de procesos, modelos de gestión, obligaciones, etc., que permitan el desarrollo de este producto.

Lo anterior, debe entregar como resultado final el establecimiento de una liga sólida y competitiva, cuestión que solo se va a lograr una vez la dirigencia, los patrocinios y las jugadores lleguen a acuerdos frente a los mínimos que se les deben otorgar para jugar. Entre estos, están: encontrar formas convenientes de afiliación de las jugadoras, otorgarles estabilidad laboral, visibilidad, nuevos escenarios de inclusión, hábitos y patrones a replicar, el mejoramiento de su perfil competitivo, la profesionalización y de las mujeres jugadoras de fútbol y su entorno, por ejemplo, con psicólogos y preparadores físicos capacitados, encontrar un patrocinio que crea en una industria que, al menos en Colombia, se encuentra aún en proceso de construcción y, por último, hacer que el Ministerio del Deporte ejerza de manera efectiva sus funciones de inspección, vigilancia y control para evitar abusos de poder y la incertidumbre, palabra que parece convertirse ya en sinónimo cuando de fútbol femenino en Colombia se habla.

No será una tarea fácil, pues hay muchos intereses encontrados, comportamientos normalizados y actitudes machistas que, históricamente, obstaculizan la práctica del fútbol por mujeres y, en consecuencia, impiden su crecimiento y formalización, siendo esto último un elemento indispensable para hacer del fútbol femenino una industria rentable e impulsora de nuevos talentos. Es por eso que, en Colombia, el fútbol femenino parece estar en el primer tiempo de un partido que las futbolistas van perdiendo, a pesar de sus esfuerzos y su demostrado talento para jugar.

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