El minimalismo, menos es más: Por Pablo Rosselli

Pablo Rosselli

Dr. Pablo Rosselli
Ortopedista infantil Fundación Cardioinfantil
Fundación Santa Fe de Bogotá

Si hay algo que nos enseñó este largo año de pandemia fue a vivir con menos y a andar por el mundo más ligeros; yo lo llamaría un minimalismo impuesto o forzado.

El minimalismo surgió como movimiento, en los años sesenta, que buscaba reducir a lo esencial y eliminar lo sobrante en la expresión artística. Se puede resumir en una frase: “menos es más”. El término es aplicable a la pintura, la escultura, la música, la literatura y a un estilo de vida que pretende alcanzar la realización personal al romper con el peso de las posesiones y prescindir de lo que sobra en la mente y el hogar.

El minimalismo proviene de la filosofía helenística, que combina la ataraxia (estado de ánimo caracterizado por la tranquilidad y la ausencia de deseos y temores) y el arte minimal, que busca el mayor efecto con la menor cantidad de recursos. Va en contra del consumismo, no del capitalismo, y el minimalista no gasta en cosas, sino en experiencias, con el convencimiento de que la riqueza consiste más en el disfrute que en la posesión. No tener ataduras materiales nos permite trabajar menos, tener menos deudas, y dejar una menor huella ecológica. No es equivalente a paredes blancas con pocos muebles, es a eliminar aquellos objetos que nos distraen de lo importante en nuestras vidas. Al cargar morrales con poco peso en los hombros y en el pensamiento nos convertimos en sujetos ordenados y productivos. Y el orden, en últimas, da libertad al pensamiento, decía mi padre.

Si nos lo proponemos, reducimos el número de elementos de la mesa de noche, el cuarto de baño, la habitación, la casa, el entorno, y hasta simplificamos el número y la calidad de las relaciones con las personas que nos rodean. Solo concentramos nuestra atención en quienes aumentan nuestra productividad y aportan bienestar, energía y positivismo. Así dejamos ir lo que no sirve y nos quitamos de encima el apego a tantas cosas materiales e inmateriales que dan origen a la ansiedad y a la tristeza. “Let go”, dicen los budistas.

¿Cómo se logra? Es necesario editar y limpiar las arterias de nuestra vida sin piedad. Empiece por regalar o vender las camisas, pantalones y zapatos que no usa. Puede digitalizar documentos y libros (no todos por supuesto). Reduzca el depósito doméstico a la mitad, deshágase de lo inútil y así le dará más espacio a lo que realmente lo hace feliz.

Es curioso que cuando miro a mis amigos, siento que los más felices son aquellos que, quizás sin proponérselo, llevan una vida minimalista. Y, por el contrario, lo más infelices son los que se empeñan en acumular sin medida.

“Yo necesito pocas cosas y las pocas cosas que necesito, las necesito poco” decía San Francisco de Asís, y nosotros, sin ser santos ni ascetas, también necesitamos menos en esta efímera existencia.

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