Creatividad y competitividad: Por María Alejandra Álvarez

María Alejandra Álvarez
María Alejandra Álvarez, cofundadora de Creario.

La vacuna es al virus lo que la "reinvención" es a la adversidad empresarial, o, por lo menos, esa es la narrativa que ha quedado en el imaginario tras todos estos meses de pandemia. Sin embargo, la idea de "reinventarse" no es algo que haya llegado con la propagación del Covid-19; es un concepto que lleva años abonando terreno y que, con la presente emergencia, se consolidó como un auténtico imperativo para la supervivencia del aparato productivo nacional.

Cabe recordar, a manera de referencia, que en el 2018, un estudio global del Nielsen evidenció que más del 70% de las personas están abiertas a la posibilidad de cambiar sus hábitos de consumo en pro del bienestar del planeta, lo que, de cara a las empresas, supone replantear varias de las prácticas que por décadas han constituido la fórmula del éxito.

Si a esta exigencia por constituir una operación ambientalmente sostenible, se suman los retos de la digitalización, la necesidad de competir en un mercado cada vez más globalizado, la pandemia y, hasta, la amenaza que plantea el relevo tecnológico, la "reinvención" se alza como una hoja de ruta irremediable para el grueso de las compañías. Este es, precisamente, el escenario en el que el comportamiento antimayoría y la creatividad cobran relevancia, pues constituyen variables determinantes para elevar la competitividad de miles de empresas contemporáneas.

Lo curioso del tema, y quizá lo que lo hace tan complejo, es que, tanto "reinventarse" como la creatividad, son intangibles que difícilmente pueden ser definidos bajo términos comunes o definiciones concretas. En la tarea de innovar, es frecuente encontrarse con interrogantes como: ¿estaría mi competencia dispuesta a "reinventarse"?, ¿es rentable invertir en estas iniciativas?, ¿cómo fomentar la creatividad en las empresas?, ¿por qué apostar por el comportamiento antimayoría?

Por fortuna, existe suficiente evidencia para soportar, cuantitativamente, la importancia de experimentar aproximaciones por fuera del modelo tradicional. En el caso del agotamiento, por ejemplo, que, según un estudio de Gallup, incide en que el trabajador sea 18% menos productivo y un 15% menos rentable, la iniciativa de Microsoft Japón, en la que elevó la productividad en cerca del 40% tras reducir la semana laboral a 4 días, constituye un buen referente.

Por otro lado, siguiendo con los datos concretos, vale destacar una investigación del Harvard Business Review en la que comprobó que las personas que se consideran felices son 31% más productivas y tres veces más creativas que otras; lo que, nuevamente, demuestra la importancia de ir en contra de la corriente.

Habiendo dicho esto, es posible que el interrogante ahora pase por el cómo, pues resulta paradójico pretender masificar e institucionalizar un comportamiento antimayoría. Para esto, es de señalar que existen emprendimientos especializados en esta materia -como Creario, que lanzará su libro bitácora en el centro comercial Nuestro Bogotá-, lo cuales, permiten tener una transición armónica hacia modelos más disruptivos y acordes a las dinámicas actuales del mercado.

Así las cosas, la creatividad se encuentra ante la misma situación que, hace algunos años, experimentaron conceptos como el del cuidado del medioambiente o la digitalización: se vieron como escenarios lejanos. Darle la importancia que merece, no solo permitirá afrontar con más herramientas las exigencias del mundo pos pandemia, permitirá hacer del lugar de trabajo un espacio para la innovación, la excelencia y, sobre todo, la satisfacción. 

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