Baño de Humildad: Por Rafael Torres

Rafael Torres Camargo

Hace casi un año Alejandro Gaviria anunció su renuncia como rector de la Universidad de los Andes para anunciar su candidatura a la Presidencia. La decisión fue celebrada por una buena parte de estudiantes universitarios, profesores e intelectuales en los medios de comunicación que veían en este candidato una esperanza para acabar con la polarización y la corrupción en el país. Alejandro Gaviria sin dudas, es de las mentes mas brillantes del país sin embargo, le pasa algo muy curioso; lo conoce gran parte del sector político y académico del país, sin embargo, es muy probable de que su vecino no lo conozca.

Cuando empezó la pandemia todos aquellos que estamos en twitter vimos en Alejandro Gaviria una voz de la razón en medio de tanto caos. A veces lo peor que le puede pasar a una persona es tener elogios desmedidos que lo llevan a tener una visión distorsionada de la realidad. Cuesta creer cómo una persona tan inteligente como Gaviria, quien además está rodeada de los mejores académicos del país, se le olvido un concepto tan básico de la política como es el de entender que los jóvenes son el grupo electoral menos confiable. Los jóvenes son los primeros en salir a marchar, en manifestarse en redes sociales, pero a la hora de la verdad siempre decepcionan. Siempre que alguien se perfila como “el candidato de los jóvenes”, se tiene la certeza que este candidato va a perder.

Ayer Alejandro Gaviria fue ampliamente superado por un candidato que parece ser su antítesis como Carlos Amaya. En su discurso de ayer, Alejandro Gaviria usó un montón de clichés políticos con una elocuencia tremenda para cerrar una campaña que al final no terminó siendo sino una gran decepción. Por otro lado, Carlos Amaya habló del precio de la leche, el precio de la carne y el precio del maíz. Cuesta creer como un tipo que vive rodeado de los mejores politólogos del país,, y que tenía el apoyo de buena parte de los medios de comunicación hizo una campaña la cual fue incapaz de comunicarse con los colombianos que decía representar. A pesar de tener buenas intenciones, nadie logró generar tan poca simpatía en el colombiano promedio como Gaviria.

Mientras Alejandro Gaviria habla citando frases de Christopher Hitchens, Carlos Amaya mencionó en los pocos segundos que le han dado al aire en un medio grande, el problema que hay con el precio de la papa. ¿Cuántos colombianos conocen a Cristopher Hitchens y en proporción, a cuantos les afecta el precio de la papa?

En la vida nada sustituye la experiencia. Los pilotos se miden por horas de vuelo, los generales por batallas ganadas y los delanteros por goles. Carlos Amaya es un tipo que lleva haciendo política durante toda su vida. Por más que Alejandro Gaviria sea uno de los tipos más brillantes del país, a la hora de la verdad vale mucho más la experiencia de un tipo que lleva su vida dedicada a organizar elecciones. A pesar de tener muy poco apoyo de su partido, el tipo sabe leer el pueblo colombiano. Entiende como su historia de ser hijo de campesino que sale adelante apunta de lucha a pulso genera empatía en muchos colombianos.

Todas las virtudes exageradas se convierten en defectos. El exceso de optimismo muchas veces se puede convertir en  ingenuidad y muchos candidatos ayer pecan de excesiva ingenuidad creyendo que se podía hacer política de manera completamente distinta a como la hacen los políticos tradicionales. Para las guerras se necesitan los soldados y para las elecciones se necesitan políticos. La paradoja de Alejando Gaviria es aplicable a un montón de candidatos que perdieron contra un político tradicional. Gente joven, brillante y llena de ideas para cambiar el país pero que ayer se quedaron afuera del congreso por la falta de experiencia en su campaña. Me dió la impresión que todo candidato que hizo campaña en las universidades, y en algún punto fue tendencia en twitter, se llevó el domingo una gran decepción. Vivimos en un país donde todavía es más importante llenar una plaza de pueblo que ser tendencia en redes sociales. Lo primero que hay que hacer para cambiar el país es conocerlo y aunque a muchos no les guste, seguimos siendo un país donde se hace política tradicional.

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