La cultura del “me gusta”. Por: Hernando Cortés

Hernando Cortes Luna-Columnista- elBogotano

Las redes sociales se han convertido en un espacio para compartir todo. Se han vuelto un mundo paralelo donde millones de personas tienen la posibilidad de publicar lo que sea; ya cualquiera puede volverse famoso sin requerir un mínimo de talento o un aporte a la sociedad. Las redes sociales contienen en ellas un universo de información donde la verdad se torna escurridiza.

Estamos sometidos a la cultura del me gusta. Todos los días vemos personas que por volverse viral son capaces de poner su vida en riesgo, todos tenemos a algún conocido que publica fotos en Instagram “celebrando la vida” pero con problemas de autoestima, también conocemos personas que por ganar “seguidores” son capaces de decir cualquier cosa o publicar cualquier exabrupto para causar indignación o causar sensacionalismo.

Las redes sociales nos han acostumbrado a dos cosas a mi concepto nocivas: la primera, a la inmediatez, queremos información y la queremos ya, sin exigirnos un mínimo de comprensión y análisis. Ese afán de información – así sea falsa – nos está volviendo esclavos de la flojera y la mentira; nos ha convertido en personas acríticas relevadas de cualquier capacidad de discernimiento. Creemos que la verdad se construye de acuerdo con la cantidad de “likes” o según cuantas veces sea compartida una afirmación. En segundo lugar, las redes sociales nos han vuelto producto. Ya no somos personas, somos publicaciones constantes de verdades a medias, publicamos aquello que nos hace ganar “me gusta” o seguidores o aquellas causas que están de moda y nos permiten posar como benevolentes y solidarios. Le hemos puesto capas a la realidad.

En redes se ha montado una falsa impresión de realidad, probablemente por la masificación abrumadora de contenido que en ellas existe; sin embargo, debemos ser capaces de ser críticos, de no dejarnos llevar por las pasiones y los extremos. No olvidemos dudar. Que no nos enreden las redes.

“Los medios se han vuelto los principales oponentes del silencio; y sin silencio, la razón misma no puede surgir” – Robert Sarah

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