El petrismo no sorprende. Por: Diego Fernando Yépez Ricardo
A diferencia de muchos, el gobierno de Petro no me ha sorprendido en lo más mínimo. Desde sus promesas populistas declamadas en costosísimas tarimas que nadie se explicó como se pagaron, ya nos podíamos imaginar el desastre que generaría la mixtura más destructiva que ha probado la política colombiana: Un presidente de izquierda que agrupa todas las ideas de gobierno que han fracasado en la historia y un ejército de camaleones hambrientos que abandonaron sus bases electorales privilegiando sus intereses personales.
A las propuestas descabelladas del presidente, como prohibir nuevas exploraciones petroleras, se le ha sumado el nombramiento de ministros que no disimulan su falta de competencia haciendo todo cada vez peor que la anterior. Es necesario resaltar, que ni Petro, ni la ausente vicepresidenta tiene el control de los alfiles en su gobierno; por el contrario, quien pareciera ser la única persona capacitada en el poder es el ministro de hacienda, José Antonio Ocampo, un curtido economista que ha sido ministro en varios de los gobiernos neoliberales que Petro critica con tanta vehemencia.
El primer episodio que ha dejado al descubierto el desgobierno imperante en Colombia han sido las salidas en falso de la cómica filósofa que funge como ministra de minas, Irene Vélez. La hija de Hildebrando Vélez, gran amigo de la vicepresidenta Francia Márquez, se ha encargado de afirmar en compañía de su viceministra que en Colombia no se firmarán nuevos contratos de exploración petrolera, generando pánico y contribuyendo al aumento del precio del dólar en Colombia. Ocampo, en varias ocasiones ha salido ha contradecirla afirmando que esa no es una decisión tomada, quizá porque es la única persona mínimamente razonable en este gobierno que comprende las consecuencias de tomar esta decisión.
Ni el mismo Petro se ha salvado del bombero Ocampo, este mismo tuvo que salir a sofocar el incendio que se generó cuando el presidente, junto a su ministra de agricultura anunciaron que comprarían 3 millones de hectáreas para ejecutar la reforma agraria, y que estas serían pagadas con bonos de deuda pública. El ministro le salió al paso a estas declaraciones, y de manera enérgica afirmó que esto no se podía hacer, aunque sin ocultar la suavidad a la hora de contradecir al presidente. En pocas palabras, Petro y sus funcionarios incendian para que Ocampo apague.
Y para cerrar con otra perla, el manejo de la aplanadora que pretendía Petro en el congreso ha sido fatal, al punto que en menos de 3 meses gobernando ya le hace falta una llanta y la gasolina se empezó a fugar. Con pequeños golpes bien ubicados, el partido Centro Democrático y algunos congresistas que acompañan de manera sutil a la oposición le han generado a las iniciativas petristas, en muchos casos inconstitucionales o tendientes a favorecer la delincuencia golpes que las han dejado en nocaut. Poco a poco, la historia me va dando la razón: Petro y su sequito solo generan desastres, mientras que una oposición firme desde su desventaja teje con técnica la protección a la patria.
