Los mandamientos según Caballero. Por: Martín Jaramillo Ortega

Se cumple un año de la muerte de Antonio Caballero, un hombre al que algún día la historia -de la cual era un erudito- logrará darle el lugar y la importancia que se merece. Su aversión a los homenajes y al protagonismo innecesario mostraba que la mejor forma de ejercer este oficio es dejando que sea su trabajo quien hable. Sus columnas, caricaturas y novelas eran siempre un dardo al establecimiento y la bandera de lo que fue un periodista libre.  De hecho, existe un texto censurado en el norte de África de comienzos de la Segunda Guerra Mundial que, creo yo, es el que mejor describe a Caballero.

El 25 de noviembre de 1939 debió haber aparecido publicado un artículo del filósofo francés Albert Camus en el periódico argelino Le Soir républicain en el cual proclama las cuatro condiciones del periodista libre. Este manifiesto contra la censura, finalmente publicado por Le Monde en 2012, es un texto que explica las cualidades con las cuales debe contar un hombre libre al momento de escribir en tiempos de guerra y censura.

“Por supuesto, toda libertad tiene sus límites”, comienza Camus en su escrito, “pero deben ser reconocidos libremente”. Su visión sobre la prensa se imprime (figurativamente) en un año donde la humanidad dejará de serlo hasta 1945. No obstante, lo interesante es que, aun sin vivir la misma época, y tal como a las grandes mentes les pasa, se puede atribuir a Caballero el hecho de considerar en contravía de un periódico (o de una revista) su dependencia del estado de ánimo o de la competencia de un hombre (o de una mujer).

Para el autor de El Extranjero, el periodista que trabaja en medio del conflicto debía ser definido por “condiciones y medios por los que, en el seno mismo de la guerra y sus servidumbres, la libertad puede no sólo preservarse, sino manifestarse”. Estos “mandamientos” (palabra en la que sé que estaría la primera crítica del mismo Caballero) se resumen en: la lucidez, el rechazo, la ironía y la obstinación.

La vida de Caballero tiene como faro la lucidez. Un hombre capaz de nadar con la coherencia de los salmones, a quienes poco importa el sentido de la corriente. Puede ser que la columna de Daniel Cornell del 15 de noviembre de 2020 defina con la mayor claridad esta cualidad suya en la última etapa de su vida: “en la era de los clics, (Antonio Caballero) ha sabido diferenciar perfectamente lo que llama la atención de lo que es realmente importante”.

El rechazo, explicado por Camus podría perfectamente haber sido escrito por Caballero: “ante la creciente ola de estupidez, también es necesario oponerse a algunas negativas”. Su conocimiento de la obra humana, esta vez de Caballero, le permitió calificarla y descalificarla a su antojo y en un tono muy similar al del escritor argelino, tal como le comentó a El Tiempo cuando publicó Paisaje con figuras: crónicas de arte y literatura (1997): “En el arte de hoy hay muchísima basura. Pero eso es así en cualquier momento de la historia del arte: la calidad la filtra el tiempo. Sucede además que como hoy se produce, en volumen, mucho más arte que nunca, la consecuencia es que hay mucha más basura”.

De cualquier modo, de los mandamientos de un periodista libre quizá es la ironía la mejor representante del señor Caballero (calificativo del que sé que vendría la segunda crítica del bogotano, esta vez por su reiteración). Esta ironía la describe apropiadamente Eduardo Arias en el homenaje que hace del periodista: “El humor de Caballero no era racista, clasista ni parroquial. Por el contrario. Sus dardos iban dirigidos a la clase dirigente, que por lo general era de su clase social”. El poder de la palabra en contra del poder y al servicio del pueblo; del pueblo leído.

Ahora bien, la libertad tal como la explica Camus no puede ser entendida sin la obstinación. Esa cualidad que en Colombia se traduce como terquedad, pesadez o intransigencia y que Caballero cumplió a carta cabal (adjetivo que sé que sería la tercera crítica, esta última por política). Uno de los mejores ejemplos en las letras de este bogotano es el perfil que escribió sobre el jefe conservador Álvaro Gómez Hurtado en 1995: “que lo lloren sus deudos”.

Finalmente, este es el resultado de recordar a un escritor a través de los homenajes de sus colegas y bajo la visión de uno de los más grandes periodistas libres. Sin embargo, en un hecho de grandeza póstuma y a manera de epitafio, quizá sea Antonio Caballero, en su mencionada columna de 1995, quien mejor defina la muerte de Antonio Caballero:

Como cada vez que hay muerto grande en Colombia, amigos y enemigos coinciden: “¡Qué bueno era!”

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *