Carta a José Néstor Pékerman: Por Martín Jaramillo Ortega

Le escribo esta carta la misma semana en la que usted fue confirmado como nuevo director técnico de la Selección de Venezuela y no me queda nada más que desearle la mejor de las suertes.

Estimado José Néstor:

Las respuestas más rápidas son: ‘Por habernos llevado a dos mundiales y por ese quinto lugar en Brasil’. Pero, cada vez que me pregunto por qué lo admiro tanto a usted corre una infinidad de pensamientos por mi cabeza. Por esto mismo intento aterrizarlos con esta carta.

Le explico, José, lo importante que fue usted para todos los colombianos de mi edad: antes de su llegada nosotros éramos una generación tímida.  Somos de ese lapsus que no había nacido para cuando Maturana era el técnico de aquella díscola y talentosa selección de finales de los 80s y comienzos de los 90s y tenemos apenas unos vagos recuerdos de aquella consagración como locales en la Copa América del 2001. Nosotros, la generación tímida, crecimos viendo una Selección donde el nivel era parejo por lo bajo. No teníamos ídolos como el ‘Tino’, el ‘Pibe’ o Rincón. Más bien, estábamos a la deriva y sabíamos que el 9 titular de los partidos sería el jugador que pasara por mejor momento en nuestra Copa Mustang. Desfilaron Léider Preciado, Adrián Ramos, Edixon Perea, Sergio Herrera, Tressor Moreno, Carmelo Valencia, entre mucho otros, y, al final, llegaron Ángel, Falcao y Rodallega a ayudar con ciertos paliativos. Pasaron así los mundiales de Corea-Japón, Alemania y Sudáfrica, y a esta generación le tocó hinchar por el Brasil de Scolari en el 2002, por Argentina -su Argentina- en el 2006 y por esa Uruguay del 2010 de Tabárez a la que le sobraba corazón, por no decir otra cosa.

Finalmente llegó ese 5 de enero de 2012. Tuvieron que pasar más de 30 años para que llegara otro extranjero a dirigir la selección mayor del país; el último había sido Carlos Salvador Bilardo y eso sólo podía augurar buenos resultados. ‘José Néstor Pékerman, nuevo director técnico de la Selección Colombia’, titulaban todos los diarios. Su foto posando al lado de Juan Manuel Santos le dio la vuelta al mundo y usted tomó las riendas de una selección que, al igual que el país, no tenía un norte claro.

Ese mismo año el gobierno colombiano anunciaba el inicio de un tratado de paz que buscaba darle fin al conflicto armado interno más longevo del mundo, la violencia se recrudecía de a pocos mientras se llevaban esas tratativas previas en La Habana y, además, murieron dos genios como el maestro Jairo Varela y el ‘show’ Miguel Calero. Éste último que -en el ocaso de su carrera- supo hacer parte de esta Selección que usted heredó y que tenía varios problemas que nos describen como el país que somos. Teníamos periodistas que sabían hasta los cambios que haría el técnico del momento y cuyos egos -creo yo- nos jugaban en contra. Para colmo, los lobbies de los hoteles en donde se concentraba la Selección eran el lugar perfecto para la politiquería y el cabildeo. Para explicarlo mejor, las frijoladas de doña Olga Duque de Ospina no podían hacerse si había fecha FIFA, debido a la falta de quórum.

Así tuvo que empezar usted, José, su gestión llena de aciertos. El primero de ellos fue ‘blindar’ la Selección; le costó el odio de varios periodistas, pero sigo creyendo que esto le jugó a favor debido al total hermetismo. Luego, uno a uno fueron llegando más logros: supo inculcar esa mentalidad ganadora que tanto nos faltaba -donde perder no era ganar un poco-, consolidó un equipo, una familia, y así llegaron los buenos resultados. Como visitantes teníamos grandísimas presentaciones y como locales ganamos cinco de seis partidos; con dos goleadas incluidas y cuyo único empate fue ante Chile el día que sellamos la clasificación al Mundial de Brasil 2014. Así fue como logramos pasar como cabeza de grupo a aquella cita mundialista y nosotros, la generación tímida, teníamos por fin razones para sacar pecho.  Es de todos sabido, pero para completar la hazaña, tuvimos la presentación más decorosa de la historia nacional, con goleadas y golazos y un quinto puesto que se queda corto para semejantes presentaciones.

Llegó después la eliminatoria rumbo al Mundial de Rusia 2018. Con ella llegó su renovación y el tiquete directo, otra vez -aunque más sufrido-, al evento deportivo más esperado. Los de la generación tímida pudimos entender lo que sienten nuestros contemporáneos argentinos o brasileros y vivimos un mundial en el que fuimos eliminados por penales ante la mejor Inglaterra de los últimos tiempos y con la cabeza en alto. Colombia pasó de ser tímido a temido; tanto así que Francia, campeón del torneo, perdió de local contra Colombia su último partido amistoso antes de viajar a Moscú. Los grandes nos miraban a la cara.

Terminó dicho mundial y todos seguíamos esperando su tercer periodo. Tristemente llegó el día y, en una rueda de prensa corta y con un discurso de casete de congresista, el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol anunció su salida.  La salida del técnico más importante de la historia de Colombia es la clara muestra de lo que es Colombia y lo que es su historia. 

Además de todo lo anterior, y lamentando que haya llegado usted hasta esta parte de la carta con mejores expectativas, considero que su mayor logro a la batuta de la Selección mayores de fútbol no es deportivo pese a sus incomparables presentaciones. Creo yo, estimado José, que lo mejor que pudo haber hecho usted por nosotros fue traernos la unidad nacional. La violencia, el narcotráfico y los escándalos de corrupción pasaban a un segundo plano y una sola ola amarilla pasaba a arropar a una población que si algo ha sabido hacer bien a lo largo de su historia ha sido acabarse entre ellos mismos. Usted logró hacer realidad, por momentos, lo que quiso mostrar Sergio Cabrera en la película ‘Golpe de Estadio’ y de eso no podríamos estar los colombianos más agradecidos.

Finalmente, y con el dolor de corazón semejante al de la partida de un ser querido, no me queda más que augurarle la mejor de las suertes en su nueva etapa como director técnico de la Selección Venezolana de fútbol. Le pido a Dios que no le toque a Colombia jugarse contra ustedes, en nuestro último partido de la eliminatoria, la clasificación al mundial de Qatar 2020.

Eternamente agradecido,

Martín Jaramillo Ortega

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